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martes, 29 de noviembre de 2016

La industria del videojuego en España

Leo hoy este artículo sobre la industria del videojuego en España y me viene a la memoria cierta conversación hace algún tiempo sobre el tema. Así que, a blog personal, opiniones personales.

Desde mi limitada experiencia, el "indie" español tipo es un chaval que juega mucho y sueña con hacer un videojuego. Así que se pone a darle vueltas y acaba teniendo en su mente la gran idea del videojuego guay al que le molaría jugar. Entonces llega el primer problema de la proto-industria de nuestro país: que demasiada gente, incluso programadores, van por ahí diciendo que "programar es fácil" y que "hacer un juego es sencillo". Una mierda. No hay gente por ahí cobrando pasta en empresas de videojuegos como Dios manda por su cara bonita. Y los grandes estudios no se tiran tres años con un equipo de 70 personas para sacar un título porque sí. Un videojuego chorra que no dé un duro es fácil hacerlo si ya sabes programar. Un videojuego del que vivir no.

Pero claro: quién ha dicho vivir. La mayoría quieren sacar un juego que les mola. Ni se plantean que les mole a los demás (ahí el error: dan por garantizado el éxito). Ni mucho menos hacen un plan de ventas. Si preguntas a un "indie" cuántas copias necesita vender para poder vivir de ello, te dirá que no tiene ni idea, porque no ha hecho números. Si los hiciese, vería que lo suyo no es empezar con el juegazo que te gustaría tener en tus manos, sino con un juego sencillo que saques en poco tiempo y con el que aprender mucho y, con suerte, tengas para hacer el siguiente.

Así que el "indie" se busca a sus cuatro colegas, se cargan a tope de ilusión, y empiezan a currar a saco en ese juego genial que podrán hacer en... un añito. Mientras, viven de sus padres, de sus ahorros o de vete tú a saber qué. A los nueve meses ven que no, que eso del año va a ser que no. Y lo sé porque me ha pasado. Es normal: nos ilusionamos. Pero hay que tener los pies en la tierra. Si tienen suerte y un apoyo financiero de sus padres o algo así, genial, aunque no será indefinido. Si no, empiezan las presiones. En cualquier caso, antes o después llegarán.

Empieza la siguiente aventura: buscar financiación. Y la gran queja: en este país nadie financia a los "indies". Y claro, yo me pongo en la piel de un tío con pasta al que le gustan los juegos y me pregunto. ¿Daría pasta a gente que no ha sacado un juego rentable en su vida, que vive de la ilusión y, por tanto, no es realista (y sus cifras, claro está, tampoco lo serán), y que está llevado por la presión de "necesito pasta porque ya no tengo para comer", por lo que me meterá cada bola que flipas con tal de que le dé mis ahorros? Y la respuesta es que no. Obviamente.

Entonces aparece la figura de esas pequeñas productoras que -teóricamente- sirven de lanzadera a porrón de jóvenes "indies". Te aconsejan, te apoyan, ponen un stand en esta feria o la otra para que promociones el juego y tú, tan inocente, lo celebras porque alguien de la industria confía en ti. Y no: no confían en ti. Simplemente, disparan al aire diez veces con el ánimo de que lo que cacen con una bala les compense el coste de las otras nueve. Eres una bala. Un cartucho en su catálogo. Sus costes son limitados, su confianza en ti más aún y la credibilidad de sus consejos casi nula. Porque les importa un pito que triunfes: sólo quieren que el juego dé lo suficiente, y eso implica, en esta magnífica cultura española, gastar lo menos posible en ti: exprimirte con tal de que les des algo. Y si luego te vas a la ruina, es tu problema. No verás un duro, porque se llevarán mucho en compensación por el riesgo (lógicamente, por otro lado). Y, al final, tu aventura acabará junto con tu relación con ese pedazo de la industria que creías que confiaba en ti.

No critico a esas empresas, pero igual que al comienzo hay que enfrentarse a la producción con menos ilusión y más cabeza, a estas empresas igual. Uno llega a estar tan necesitado de alguien que confíe en él, de una palabra externa que poder llevar a casa para que sus padres vean que lo que hace no es perder el tiempo, sino que "la industria" firma algo, que se echa la rúbrica en cualquier papel.

Hay mucha diferencia entre querer sacar el videojuego guay de turno y querer vivir haciendo videojuegos. Y, siendo ambas casi siempre incompatibles a corto plazo, los "indies" de menos de 30 las confunden a menudo. Si quieres hacer tu juego soñado, primero haz uno que te lleve poco y véndelo. Te la pegarás, claro, pero habrás dedicado en el aprendizaje unos meses, no tres años, tu ánimo, tu salud financiera, la de tus padres y vete tú a saber qué más por el camino. Eso es hacer las cosas con cabeza. Lo otro, montar un estudio que morirá en breve. Uno de tantos en nuestro país.

¿Echo de menos "indies" con cabeza? No. Al fin y al cabo, ¿quién la tiene con 23 años? Lo que echo de menos son personas de 40 con cabeza que aconsejen a los "indies" como es debido. Pero las empresas que teóricamente se dedican a eso, resulta que en muchos casos se aprovechan. Habrá excepciones. Por eso, el final de ese artículo me llena de esperanza. Ponen el dedo en la llaga: "En esta sexta edición, el Fun & Serious Festival se ha propuesto contribuir a la profesionalización de los creadores españoles y lo ha hecho desde la sinceridad, describiendo el escenario real de la industria". No he estado en el "Fun & Serious Festival", pero ojalá sea verdad.

Luego quedará cambiar la mentalidad de los estudios que se hacen grandes para que adquieran una cultura empresarial sostenible a largo plazo, y no acaben siendo un Dinamic o un Pyro, que "mucho lirili y poco lerele". Pero eso ya es otra historia.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Admirando a Blizzard

No puedo evitarlo. Son, simplemente, los mejores. Blizzard es una empresa que no deja de sorprenderme. No es que sea fan porque me gusten sus juegos y todo eso. Me gustan, sí, qué duda cabe, pero lo que admiro de Blizzard es su forma de ser como empresa.

Blizzard hace juegazos. Vale. Otras empresas también: Valve, Bethesda, EA... Y mira que me gustan los juegos de Bethesda, pero no me parece admirable desde un punto de vista empresarial. Blizzard tiene una cultura de atención a los detalles, con una forma de tratar al jugador única y un desarrollo de exquisita calidad. Es la cultura que me encantaría tener si yo un día tuviese una empresa.

Un día sale "LoL" y lo peta. Entonces Valve saca un competidor, "DOTA 2" y trata de mejorar los e-sports. ¿Cómo? Haciendo que sea el videojuego que mayores premios da con diferencia (mucha diferencia). Y hala, a ver si ganan adeptos. Y... No. Siguen por detrás del LoL y, según algunos, ya del competidor que ha sacado Blizzard: "Heroes of the Storm" (Blizzard no publica sus cifras, así que no se sabe).

Blizzard quiere mejorar en los e-sports. Podría coger y aumentar las cifras a ver si eso funciona, como si esto fuese cosa de abrir el grifo y esperar. Pero no: le dan DE VERDAD una vuelta de tuerca y deciden coger el último título que han sacado, "Overwatch", que ha pasado de 20 millones de jugadores activos en 4 meses, y experimentar. Y en vez de aumentar premios, crean la Overwatch League. ¿Que qué es eso? Pues hacer que acceder al mundo profesional de videojuegos sea fácil y que uno tenga garantías al hacerlo. Coger a los que quieren tener un equipo y exigirle, generando garantías para el deportista y, de paso, mejorando la competitividad y la experiencia de la audiencia. Y me parece fantástico.

Blizzard, la empresa del "saldrá cuando tenga la calidad que exigimos a nuestros productos", la empresa que con "Starcraft 2" hizo nacer los modernos e-sports, acaba de demostrar que esto no va de darle a la manivela para conseguir jugadores, sino de crear con cariño las bases un deporte en toda regla, organizado y con garantías para todos.

Y esa cultura de respeto al jugador, de pensar bien las cosas y hacerlo todo con paciencia les hace ser lo que son: los mejores.

miércoles, 4 de febrero de 2015

El pequeño empresario 4.0

NOTA: Este post es parte de una serie sobre la vida 4.0. Recomiendo leer el primero, que dio lugar a la serie.

El negocio de Mamá Personita

Mamá Personita tiene un pequeño negocio. Deseaba irse de su empresa, de la que estaba cansada y, como le encanta la repostería, decidió poner un negocio que hace tartas para restaurantes y eventos. Aprovechó que tenía una conocida con una empresa de catering a la que le gustaban sus tartas y un conocido que era dueño de un restaurante y empezó por ellos. Hoy sirve a más de doce restaurantes y tiene un pequeño local donde cocinan y sirven directamente a consumidores.

Mamá Personita llega a su establecimiento a las 7. A esa hora ya hay gente en la cocina, preparando las primeras tartas y bollería del día. Pero Mamá Personita ya ha estado trabajando mientras desayunaba: ya sabe cómo andan de ingredientes en la despensa, ha revisado los pedidos pendientes y ha asignado a cada empleado sus tareas de la jornada. En la despensa todo está perfectamente organizado: harina, huevos, sal, mantequilla... Cada cosa está en un estante que tiene, en su base, una pequeña báscula, que mide cualquier cambio de peso y envía alertas si hay escasez. Automáticamente, en la lista de la compra se apuntan las cantidades necesarias de cada ingrediente para tener siempre lo necesario sin necesidad de hacer nada. Si hay alguna necesidad importante sin satisfacer, Mamá Personita recibe un mensaje en el móvil.

En el negocio todo está estandarizado. Mamá Personita hizo hace tiempo un curso de introducción a la gestión de operaciones, y tiene una hoja de cálculo desde donde las controla. Aprendió que estandarizar los procesos resultaba fundamental para un eficiente control de su negocio, y lo aplica en todo lo que se hace. Cada vez que un empleado prepara masa, crema pastelera o cualquier otra cosa, se coloca en su estante con báscula. Cada puesto de cocina tiene su tablet, donde aparecen las tareas que hay que hacer y un sencillo botón para indicar que se ha iniciado el trabajo. Esto permite saber en todo momento qué hay hecho y qué no, qué está en proceso, etcétera.

Cuando se saca una bandeja de bollos o tartas del horno, también se registra. Si algo lleva mucho tiempo horneándose, salta una alerta. Si entra un cliente en la tienda y no hay nadie atendiendo, suena un aviso. Todo está perfectamente automatizado, y la gente puede centrar su atención en el trabajo.

El calendario y la lista de tareas están enlazados, de manera que lo que pasa en uno se ve en el otro y viceversa. Todos los pedidos especiales aparecen ahí, y con cada pedido nuevo se hacen de forma automática las inserciones necesarias en una hoja de cálculo: ingredientes requeridos, tiempos, etcétera. Además, un sistema predictivo calcula la demanda esperada de cada producto en el día, incluso a la hora, teniendo en cuenta los datos históricos. Así, cada día se revisan las necesidades y se calcula si hay ingredientes suficientes. Mamá Personita siempre tiene lo que necesita con cierto margen y evita gastos excesivos. Además, cocina lo que se consumirá ese día con márgenes de error muy pequeños, maximizando el rendimiento de su negocio.

Todos los datos que guarda en su hoja le permiten conocer su empresa al más mínimo detalle. Puede saber en cualquier momento cuál es la productividad de todos sus trabajadores, el coste medio de cada producto, los márgenes por bollo vendido, el estado de los pedidos, demandas esperadas, gastos programados según el estado de la despensa... Todo sin tirarse horas calculando o pasando datos de un sitio a otro.

Para poder trabajar con los restaurantes y las empresas de catering más cómodamente, Mamá Personita les ha facilitado las cosas. Para hacer un pedido pueden mandar un mail, un SMS o hacerlo a través de la web. En cualquier caso, el mensaje se transforma en un registro nuevo en una hoja de cálculo y se programan las tareas correspondientes. Además, algunos restaurantes tienen en sus neveras un estante para las tartas, con su báscula. Así que, además de recoger datos de demanda en tiempo real y poder calcular cuántas tartas habrá que servirles cada día, saben perfectamente la necesidad de postres que tienen en cada momento.

Ni que decir tiene que toda esta automatización la lleva a la parte financiera. Si a Mamá Personita le gusta tener bien controladas las operaciones, mucho más su caja. Sabe cuánto paga de electricidad y en qué se gasta. Sabe cuánto se paga de gas y de agua y por qué. Sabe cuánto cuesta cada empleado por hora y las horas que echan en el trabajo. Conoce el gasto por producto al detalle, y sabe de inmediato qué impacto tiene una variación en los precios de sus proveedores o lo que se ahorraría realmente si adquiere un nuevo modelo de horno.

Todas las transacciones quedan registradas y conoce en todo momento el estado de sus cuentas y sus gastos esperados. Sus pasarelas de pago y el banco están enlazados, y de todo le llega notificación. Su sistema de datos le permite ver los números agregados y comprobar que en caja las cuentas cuadran.

La automatización de su negocio permite a Mamá Personita centrarse en aquello para o que realmente es imprescindible y en todo lo que le gusta. Todos los días se toma un tiempo para preguntar a sus empleados cómo están. Sus empleados son su mayor activo, el verdadero valor de la empresa. Además, puede revisar los pedidos más importantes con tranquilidad y tratar con sus mejores clientes. También puede dedicar ratos largos a mejorar recetas existentes o crear otras nuevas.

En breve, Mamá Personita prevé abrir una pizzería. Nada más entrar gente en el local, se creará una comanda para servir un bocado de bienvenida. El ambiente, muy tenue, está pensado para parejas o grupos pequeños de amigos. Al sentarse, la luz de la mesa incrementará su potencia para ofrecer un ambiente cálido y acogedor.

En la cocina, cada pizza se prepara y se sirve en una piedra para pizza. Las piedras tienen etiquetas RFID para altas temperaturas. Cuando un cocinero está libre, ve en su tablet la pizza que debe preparar, prepara la masa y coge una piedra para pizza. Automáticamente, el sensor de su puesto identifica la pizza y envía una señal. Al entrar en el horno, un sensor también a prueba de altas temperaturas identifica la pizza. Sabe a qué hora ha entrado en el horno, si es una prosciutto o una carbonara, por lo que sabe perfectamente cuánto debe tardar en hornearse. Se emiten avisos para sacar las pizzas en el momento óptimo, y ninguna se les tuesta en exceso. Se puede saber en todo momento cómo va una pizza concreta. Incluso se podría mostrar esa información a los comensales. Las pizzas se sirven en la propia piedra, así que la mesa detecta que se ha servido.

Así, Mamá Personita espera que en su restaurante no haya problemas de espera, pizzas poco o muy hechas, comandas olvidadas ni extraviadas. Además, podrá saber perfectamente el tiempo medio que tarda en hacerse cada tipo de pizza, pudiendo servir al mismo tiempo exactamente pizzas diferentes en una misma mesa, sin que ninguna se haya quedado fría.

Pero eso será en unos meses. De momento, llega el final del día. Mamá Personita tendrá que revisar las cuentas y mirar el estado de cada cosa. Algo que ahora resulta sencillo y rápido, y que puede hacer desde casa. Las largas noches frente a la calculadora son cosa del pasado, gracias a que sus finanzas están bajo control. Antes de irse, por la tarde, a recoger a sus hijos al colegio, tiene la tranquilidad de que todo funciona como un reloj y que, pase lo que pase, mientras está en el sofá tumbada viendo una película con su Papá Personita, puede coger la tablet y saber todo de su negocio.

Algunas soluciones empleadas:

Báscula con conexión (aunque aún es prototipo):
LillyPad (Proyecto de Spark)
Lista de tareas:
Todoist
Calendario:
Google Calendar
Para enlazar todo:
IFTTT

viernes, 30 de enero de 2015

La vida 4.0

Recientemente leí un artículo sobre la industria 4.0, que gusta llamar a los alemanes. Los americanos llaman al concepto factoría inteligente (smart factory). La cosa trata de la aplicación de datos e Internet a los procesos de producción. Ahora ya se hace, pero ellos plantean llevarlo a su máximo exponente. El concepto industria 4.0 proviene de que esta sería la cuarta revolución industrial (a mí no me salen las cuentas, porque juraría que es una evolución de la tercera, pero en fin, ni soy experto ni alemán, así que no opinaré).

Esto enlaza con otro concepto que está muy de moda últimamente: el llamado internet de las cosas. Consiste, igualmente, en conectar todo, de manera que cualquier aparato de nuestra vida diaria sea susceptible de actuar según los datos que obtiene de otros objetos. La idea es interesante, porque nos permitiría dejar de lado tareas mínimas que llevamos a cabo todos los días en favor de tranquilidad, confort y ocio. Amén de que un ordenador puede hacer muchas cosas de manera más eficiente que nosotros como, por ejemplo, ajustar de forma dinámica la iluminación de la casa, que mi lavadora se ponga en marcha cuando termine el friegaplatos, comprobar la temperatura de casa desde mi móvil o que un cuadro digital de casa muestre la última foto de portada de National Geographic.

Pero, en general, la revolución no es el hecho de que mi lavadora pueda obedecer órdenes. La revolución real consiste en que los datos se pueden compartir entre distintas fuentes, centralizar, gestionar y convertir en órdenes para otros aparatos. Lo complicado no es que la lavadora se ponga en marcha, sino que lo haga cuando le llega un dato de una fuente distinta como el friegaplatos o mi móvil.

Así que, para subirnos al barco de la tecnología moderna, necesitamos dos cosas. Por un lado, aparatos compatibles con sistemas de este tipo, capaces de generar y compartir datos, así como de actuar según le digan esos datos. Por otro lado, necesitamos plataformas o servicios que nos permitan "enchufar" esos aparatos a otros y compartir información.

Eso, aplicado a casa, es el hogar inteligente. Aplicado a los procesos de fabricación son las fábricas inteligentes (o 4.0). Aplicado al transporte será, digo yo, transporte inteligente. Y todo controlado desde dispositivos móviles inteligentes, claro. Todo muy inteligente. Luego está todo enchufado a ordenadores que son más tontos que un cebollo, pero en fin... Entenderán que el uso y abuso del término inteligente me hace pensar que se reduce el valor de esa palabra y, con ello, de nuestra inteligencia (años luz por delante de la de los ordenadores aún) pero, nuevamente, no discutiré.

Los aparatos todavía son caros, he ahí un problema, aunque su precio decrece rápidamente. Por otro lado, está pendiente la implementación de sistemas de seguridad eficaces en ellos. Sobre los servicios, ya los hay. El mejor de todos, en mi opinión, es IFTTT. Desde luego, siempre está la opción de hacerse todo uno mismo, cosa perfectamente posible gracias a Arduino, Raspberri Pi, LittleBits y a los diferentes entornos de programación de que disponemos. Pero claro, en general hay que saber un mínimo de programación (ejem...).

¿Y qué se puede conseguir con todo esto? Pues, de momento, bastante, pero mucho menos que en un futuro cercano. Las cosas que llegarán de aquí a cinco cortos añitos son impresionantes. Por ello, iniciaré una serie de posts mostrando lo que podría ser la vida de una familia, unas vacaciones, una pyme o un ciudadano cualquiera en un mundo próximo, muy 4.0

miércoles, 14 de enero de 2015

Los valores en la empresa

Hoy, amigos míos, he recibido dos paquetes. Mejor dicho, he recibido uno y estoy cerca de recibir el otro. Entre que tengo quejas hacia ambos envíos y que, por motivos que igual comento en otra ocasión, he estado pensando en Amazon y su orientación al cliente, he decidido escribir este post. Y es que me parece mentira, en los tiempos que corren y siendo las empresas que son, que un usuario tenga que pasar por esto. Normalmente no daría nombres, pero mira por dónde hoy voy a hacerlo, a ver si por un casual entre la decena de personitas que leen cada post hay alguno que curre en una de ellas, se da por enterado y hace algo.

Un día compré un videojuego...

Hace hoy un mes compré en Zavvi un videojuego. Lo esperaba, por motivos que no voy a escribir aquí (ni falta que hace, espero), antes del 5 de enero. Salió de sus almacenes el día 12 de diciembre. Hombre... Son 24 días naturales. Suficiente, espero. Ya sé que son las fiestas y mucha gente hace envíos, pero hombre... La propia web decía que esperase 15 días antes de quejarme. 15, no 24.

Lo he recibido hoy. Justo un mes después.

Pero que las cosas lleguen tarde puede pasar. De hecho, según parece se ha liado una en Barajas con los paquetes de aquí te espero. O sea, que probablemente no es responsabilidad de Zavvi, (aunque sí son responsables ante mí). Igual ni siquiera es responsabilidad de la empresa de correos de Holanda, que me entrega el paquete (aunque sí lo es ante Zavvi). Seguramente es responsabilidad de quienes llevan la parte de paquetería de Barajas (tócate las narices, con lo poco que me gusta a mí caer en el tópico de criticar a los españoles, y al final la culpa de todo la tiene un español). Pero me da igual: yo me quejo a Zavvi.

Lo primero es que me mandan un PDF para que lo firme "manualmente, no digitalmente" y así investigar lo ocurrido. Pero alma mía, ¿no tenéis un número de pedido o algo por el estilo para decirme dónde está el paquete? ¿No podrías haberme dado el numerito a mí desde el principio para yo seguir el envío sin daros la tabarra? Si no lo tienen, ya es que no piensan en mí: piensan antes en sus costes. Y no es que Zavvi sea mucho más barato que Amazon.

Lo segundo es la maravillosa parte de soporte de su web. Subo el archivo. No hay indicador alguno de que esté subido, ni error ni nada. Pruebo otra vez. Nada. Bueno, vaya mierda de web, que subes un archivo y no te dice que lo has subido, ¿no? Así pues, voy a presuponer que está subido y en el mensaje les voy a decir algo así como "aquí tenéis el archivo". Toca esperar... A los tres días (¡tres días! Mucho para los tiempos tecnológicos que corren) escribo preguntando qué hay de lo mío y me dicen que tengo que mandar el archivo. WTF!!!! En efecto, según parece el archivo no se había subido. ¿Por qué? Pues hoy me he enterado. Pero ¿no habían leído el mensaje anterior donde les decía que ahí estaba el achivo? ¿No podrían mejorar un simple sistema de subida de archivos? ¡¿De verdad es imprescindible que me ponga a firmar y a consentir y su puñetera madre para preguntar a una empresa de correos "qué hay de este paquete"?!

Esta mañana me propongo subir el dichoso archivo. Lo preparo en PDF y lo subo. Y esta vez sí, mira por dónde, me salta un error. El error, atentos, es el siguiente:

Aparte de que mola el parseo de caracteres especiales, ¡¿me están diciendo, en serio, que el archivo es demasiado pequeño?! Es un hito en la historia de Internet, cuando nos sobró ancho hasta pedir que manden ¡¡¡¡más, por favor MÁAAAAS!!!!

Y no, claro: el mensaje es erróneo y el problema era el contrario. Mi PDF (que ya me vale a mí) pesaba 4'3 Mb. Hago un JPG y lo subo. Resuelto todo, a esperar tocan. Y va y a la hora o así llega el paquete.

Los mensajes de error, amigos de Zavvi, son parte MUY IMPORTANTE en la atención a usuarios. Deben ser correctos y comprensibles. Siempre.

...y otro compré un armario

Entre tanto, el sábado compramos un armario en IKEA. IKEA, esa empresa admirable por la forma que ha tenido de innovar cuando fue pequeña y llegar a ser lo que es hoy. IKEA, más que acostumbrada a ayudar y asistir a usuarios contentos y descontentos por más de medio mundo. IKEA, como saben, manda los muebles a casa si pagas por ello. Y el armario resulta que no cabía en el coche. Así pues, pagamos.

Te dan a elegir tres franjas horarias para recibir el paquete. Sé que la algoritmia y todo el sistema logístico para entregar paquetes es complejo (lo digo en serio), por lo que entiendo lo de las tres franjas horarias. Creo que podrían flexibilizar más, probablemente, pero en fin, suficiente. Me vale. Elijo de 14 a 18h. Antes trabajo, después tenemos médico y otro par de cosas. Pero claro, yo salgo de trabajar a las 15:30, así que me gustaría saber con más detalle la hora de entrega. Y pregunto. La respuesta fue "el lunes, a primera hora, le mandamos un mensaje al móvil con la hora de llegada". Guay.

La primera, en plan detallista, es que recibí el mensaje el propio sábado. Me da igual, claro, pero dado lo insatisfactorio del mensaje (como ahora comentaré), la premura me hizo preguntarme si ese era el mensaje que esperaba o era uno previo y el lunes recibiría el bueno. Pues no, este era "el bueno".

La segunda cuestión es que el mensaje fue el siguiente: "La entrega de sus muebles IKEA con número ####### programada para el 12/01/15 en franja de 14 a 18, se realizará aprox. de 15:00 a 17:00". Yo soy tiquismiquis con la lengua, así que me niego a escribir, como hacen ellos, esos mensajes sin tildes. Pero independientemente de eso, la cuestión es: Que no me detalles una hora exacta pase, porque hay imprevistos. Que no seas capaz de darme un margen de media horita, tal vez una, bueno... Pero tío: ¡me has reducido una franja de cuatro horas a dos! ¡Ya solo poniendo la franja a voleo acertarás la mitad de las veces! Pero es que, encima, ¡¡me dices que es aproximada!! ¡Tócate los huevos! ¿Qué margen de error considerarán "aproximado"? ¿Media hora? Pues ya son tres horas de cuatro, menuda aproximación, ¿no? Una gran ayuda, señores míos.

No me creo, hoy día, que esta gente, haciendo un esfuercito, no sea capaz de generar algoritmos y sistemas de previsión que no sean capaces de atinar con un 90% de acierto una hora de entrega con un margen de media hora. Existen modelos de previsión de tráfico, sistemas de conocimiento de tráfico en tiempo real, algoritmos para generar rutas óptimas, cálculos de previsión de tiempos de descarga según datos históricos (volumen, piso, zona, etc.). ¿De verdad solo saben dar una hora "aproximada" que cubre el 50% del tiempo máximo disponible?

Y eso es IKEA. Me da igual si ellos directamente o una subcontrata: para mí es IKEA. Y eso que aún no lo han entregado: veremos si a las 15h está.

¿Y Amazon, a qué viene?

Llevo tiempo comprando cosas en Amazon. Me considero uno de esos pioneros en España que compraba por Internet cuando a una aplastante mayoría le resultaba insegura la red. Y seguramente en esa época lo era, pero había que romper moldes, creo yo. Mi experiencia siempre ha sido muy positiva, y nunca se han retrasado. No pretendo hacer publicidad de Amazon, cuidado: dependiendo del caso, prefiero sitios más baratos (cuando no tengo prisa, por ejemplo), pero a lo que voy es a que Amazon, en contra de otras empresas, tiene como primer y principal valor corporativo "Customer Obsession: Leaders start with the customer and work backwards. They work vigorously to earn and keep customer trust. Although leaders pay attention to competitors, they obsess over customers".

Los valores en las empresas son fundamentales. Pueden ser pura palabrería, lo que implica que su valor real será ese: la palabrería. Pero en algunos casos, son bastante más que eso. Normalmente, en las grandes corporaciones, son más que eso. Habrá quien piensa que esas grandes corporaciones pueden permitírselo. Yo creo que es que gracias a tener y mantener esos valores han llegado a donde han llegado. Es cierto que a veces los valores cambian (unos funcionan mejor que otros), pero no es común. A veces, incluso, a lo largo de la historia de la compañía, se van definiendo con mayor claridad.

Cuando una empresa tiene ciertos valores, debe modificar su estructura, e incluso innovar, en pos del mantenimiento y mejor cumplimiento de dichos valores. Por seguir con el ejemplo de Amazon, su forma de desarrollar productos y servicios es bastante diferente a otras empresas. Normalmente, otras empresas especifican el producto, teniendo en cuenta las necesidades técnicas que va a requerir. Luego, para vender internamente el proyecto y evaluar el beneficio, establecen las ventajas y las miden. Finalmente, con el propósito de probarlo, hacen "casos de uso", es decir, ejemplos de uso por parte de un usuario para hacer lo mismo y probar que funciona. En Amazon hacen justo lo contrario, precisamente porque su prioridad es el usuario: Primero hacen los casos de uso, haciendo hincapié en las ventajas que el cliente va a encontrar en el nuevo producto o servicio. Luego ponen por escrito las ventajas y, cuando la gente está de acuerdo en que para el usuario es positivo, se escribe la funcionalidad y se define la parte técnica.

Son muchas las empresas que tienen muy claros sus valores y los siguen. Esos valores se vuelven parte de la cultura de la empresa. Son importantes. La definen, de hecho. Si una empresa no los sigue y no los tiene siempre presentes, no solo no valen de nada: la empresa será una gran chapuza, con malos cimientos. Los valores deben ser parte del carácter de quien crea la empresa. Si la empresa tiene la innovación como valor, es porque el tío que la lleva es un innovador. Si no, cuando tenga que tomar decisiones rápidas que impliquen innovar o no, no lo hará. Y al no hacerlo, sus empleados acabarán haciendo lo mismo: no innovar. Entonces, la cultura no estará alineada con los valores de la empresa.

Mucha gente, cuando emprende, ni siquiera tiene en cuenta los valores: ni los escribe. Mal hecho. Entre quienes los ponen por escrito, la mayor parte pone palabras bonitas, que queden bien y al leerlas parece que la empresa es seria y todo. Realmente, creo yo, los valores han de ser una conjunción perfecta entre lo que tú eres y lo que tus potenciales clientes quieren.

¿E IKEA no tiene al usuario en sus valores?

Pues... Sí y no. IKEA tiene como primer valor el respeto, tanto entre los propios trabajadores como con clientes y proveedores. Pero "respeto" no es "customer obsession". Cuidado, no critico los valores de IKEA: simplemente aclaro la diferencia. IKEA tiene cosas muy buenas que Amazon no tiene.

Una empresa no puede tener todos los valores del mundo. Debe decidir. Ocho o diez valores ya son muchos. IKEA nació como una pequeña tienda de muebles. Cuando empezó a tener éxito, la competencia, de mayor tamaño que IKEA, reaccionó y emprendió una guerra de precios. Muchas empresas pequeñas se han quedado ahí y han desaparecido, pero IKEA no. Su fundador decidió hacer los muebles desmontables y los diseñó para poder llevar muchos en un camión. Donde la competencia metía una silla, IKEA metía siete, con lo que redujo drásticamente sus costes y, con ello, pudo hacer frente a la guerra de precios. Al final, IKEA creció y abrió una gran tienda en la capital. Al abrir tuvieron una avalancha de gente y las colas empezaron a ser inmanejables. De nuevo, muchas empresas habrían provocado con ello una imagen nefasta y habrían perecido. Y, de nuevo, IKEA no: preguntaron a los clientes si no les importaba llevarse ellos mismos la mercancía y dieron acceso a los almacenes. Y así nació el modelo de IKEA.

IKEA es innovación. Solemos creer que la innovación es tecnología, pero no es así siempre. De sus siete valores de empresa, tres están presentes en esa historia:

  • Daring to be different: We question old solutions and, if we have a better idea, we are willing to change.
  • Cost-consciousness: Low prices are impossible without low costs, so we proudly achieve good results with small resources.
  • Constant desire for renewal: Change is good. We know that adapting to customer demands with innovative solutions saves money and contributes to a better everyday life at home.

Cuando los ejecutivos de IKEA se reúnen, su primera pregunta es "¿podemos mejorar las cosas, aunque implique cambiar, para reducir gastos de producción y así ofrecer mejores precios a nuestros clientes?" Cuando se reúnen los de Amazon, se plantean algo ligeramente diferente: "¿podemos mejorar la experiencia de usuario, haciendo que todo sea más fácil para él?" Ambas cosas son estupendas, y ambas me enamoran. Son dos empresas fantásticas con filosofías diferentes.

Así pues, si algún lector va a montar una empresa, no escriba los típicos valores que los demás pondrían porque quedan bonitos, como "calidad, precio e innovación". Piensen en las decisiones que toman cada día y detecten sus prioridades reales. Investiguen empresas diversas, de cualquier sector, vean cómo funcionan y averigüen con cuáles se identifican más, lean sus valores y detecten los que realmente les gustan y motivan y, sobre todo, con los que se sientan cómodos.

Y lo mismo pasa cuando uno busca trabajo. Estar en una empresa grande puede parecer estupendo, pero no lo es tanto si no te identificas con sus valores. Sentir que tus valores y los de la empresa están alineados es fenomenal. Porque hace que estés más a gusto, que tus decisiones tengan mayor probabilidad de ser aprobadas por tus superiores y que, en definitiva, seas más feliz en tu trabajo.