miércoles, 17 de diciembre de 2014

El buen programador

A mí, programar me gusta. No considero que sea mi trabajo ideal, porque hay cosas que me gustan más, pero me gusta. De hecho, en el trabajo de programador hay tres vertientes. Una me apasiona, otra me encanta y la tercera la detesto. En general, no me considero un gran programador.

En primer lugar, me apasiona conocer las necesidades del usuario, entender sus problemas y diseñar soluciones óptimas para él. Resulta apasionante conjugar las necesidades del usuario con una buena arquitectura de código y negociar con la parte más técnica de la empresa las soluciones que se necesitan. Realmente, esta tarea no es puramente del programador, sino, según la organización de la empresa, del jefe de proyecto, el project owner o el business analyst, que es la función en la que yo más encajo.

En segundo lugar, me encanta el desarrollo de arquitecturas buenas y algoritmos que solucionan problemas. Es como jugar a un rompecabezas apasionante. El diseño de soluciones técnicas es fascinante, sobre todo cuando las condiciones que se exigen son muchas o complejas. Eso hace la labor aún más interesante. Además, en general no se me da mal, lo que siempre lleva a una mayor satisfacción personal.

¿Y qué es lo que detesto? Pues tirar código absurdo. Escribir para nada. Teclear cientos o miles de líneas cuando, como suele pasar en mi lugar de trabajo, hay un 90% de probabilidades de que no se usen jamás. A veces, cuando lo que haces es aplicar una solución a un problema, te motiva porque estás pensando en ver la solución en marcha. Pero cuando las cosas pasan a ser tonterías sin ningún estímulo intelectual, simplemente no puedo con ellas. Así que, más bien, no detesto tirar código: detesto tirarlo en mi empresa.

En la empresa en que trabajo, como digo, esta tarea se come la mayor parte del tiempo, lo que hace que mi productividad descienda rápidamente. Además, como me gusta el código modular y fácil de mantener, suelo dedicar algo de tiempo extra a conseguir que los proyectos estén bien hechos, sobre todo porque luego hay que cambiar muchas cosas y cuesta el doble o triple de lo que costó el desarrollo inicial. Aquí eso no se estila. Somos los reyes del quick & dirty: si luego cambian, ¡pues ya lo veremos entonces! Y luego nos ganamos fama de lentos ante marketing, o tenemos que decir que "no" a todo lo que piden porque ni habíamos pensado que pudieran pedir lo que siempre piden. Así pues, ante mi jefe pronto me gané la fama de lento y, curiosamente, su juicio ante eso es que no soy un buen programador. Nunca me ha gustado ese juicio. Nunca me ha gustado el quick & dirty. Nunca he encajado con la cultura de esta empresa.

El otro día, nuestro nuevo jefe de operaciones apareció por la cocina y dijo algo similar: "si un programador hace las cosas rápido, es bueno. Si no, pues... no". Es la cultura de la empresa. Y yo me pregunto, ¿qué es un buen programador? ¿Realmente es alguien que implementa una solución rápido?

Entendámonos: cualquiera que haga un trabajo, si es capaz de hacer el mismo trabajo el doble de rápido es mejor. Por narices. A igualdad en todo lo demás, si en una cosa se es mejor, pues se es mejor en términos globales. Lo que pasa es que eso no suele suceder. Cuando digo que en la empresa hablan de rápido me refiero a que, cuando lo dicen, se refieren a que la velocidad es el parámetro, prácticamente único, por el que se rigen. Si tu código no hay quien lo entienda, da igual. Si no se puede mantener, da igual. Si el usuario tiene que hacer ocho clics para una tarea que se le podría apañar con uno, ya ni te cuento. Aquí he tenido que escuchar una frase mítica, que fue algo así como: "A mí la usabilidad me parece una tontería, al final se trata de si lo pueden hacer o no". ¡¡¡¡Pero qué @#$%&!!!! Da igual si es fácil o difícil, si soporte tiene que usar una hoja de papel para apuntar el ID de un usuario para luego buscarlo en otra pantalla... Da igual.

Una nota antes de empezar: no escribo esto para justificar ni argumentar contra la opinión de mi jefe sobre si soy o no buen programador, pese a que no estoy de acuerdo con él.

Así pues, ¿qué es ser buen programador?

Jens "Jeb" Bergensten, desarrollador de Minecraft, dice que "un buen programador es alguien que busca información y a quien gusta el pensamiento crítico". Tras buscar por la web posts sobre el tema y coger al azar seis de ellos, me he encontrado con que cinco mencionan la "búsqueda de información" que Jeb comenta, y los seis hablan de "pensamiento crítico", citándolo como tal o de forma similar. Así pues, ya tenemos dos características. Sobre la velocidad, se menciona en dos posts, aunque uno no habla de rapidez, sino de "atenerse a las fechas".

Me resulta curioso que tres de los posts hablan de la capacidad del programador para comunicarse con el resto. Creo que cualquiera necesita eso, sea programador o no, pero lo que realmente me llama la atención es que de los tres, dos lo describen como "capacidad para enseñar". Esto, en mi opinión, seguramente se debe a que, dada la nula formación que tiene la gente en programación, la comunicación de los departamentos técnicos con el resto suele considerarse del tipo "deja que te explique, porque no tienes ni idea". Mi experiencia como business analyst es que lo habitual es que eso ocurra en ambas direcciones: los demás departamentos también suelen pensar que los programadores son gente cuadriculada que no entiende ni jota de sus asuntos y a quienes, por tanto, hay que explicarles lo básico porque no tienen ni idea. Eso, en parte, es lo que más me apasiona del papel de business analyst. Es como ser un traductor, pero a lo bestia: no solo traduces, que es algo relativamente automatizable, sino que eres capaz de ver los problemas desde dos puntos de vista diferentes, entenderlos y encontrar soluciones. Imaginen una pieza de madera con forma de cuña. Un departamento la ve desde un lado y percibe un triángulo, mientras el otro la ve de frente y percibe claramente un rectángulo. Y tú ves la cuña. Y eres capaz de diseñar soluciones específicas basándote en lo que ves, y de negociarlas para que ambos queden plenamente satisfechos. Es maravilloso, porque entras en un conflicto y sales con una solución que nadie era capaz de percibir y que deja contento a todo el mundo. Y eso es fascinante.

Si hay un project owner o un business analyst, el programador creo que necesita las dotes de comunicación habituales en cualquier profesional. Solo requiere de esas habilidades hasta el punto de mencionarlas en un listado de características del buen programador cuando no existe ninguna de esas figuras y ha de hacerlo el propio programador.

Tres posts mencionan también la estructura del código, y los seis mencionan los errores y su gestión. Cinco mencionan la pasión por la programación (supongo que cualquiera ha de ser un apasionado de su trabajo), dos hablan de crearse sus propias herramientas y otros dos de búsqueda de la perfección.

Mi lista

He aquí una lista de características. Para mí, un buen programador es alguien que tiene suficiente de cada uno de los elementos de la lista, sin primar ninguno sobre los demás y, además, en alguno de ellos destaca especialmente. ¿En cuál? Pues supongo que en el que más se adapte a la cultura de su empresa o el que más útil resulte para el proyecto en que esté trabajando. Habrá programadores en los que prime la velocidad y otros en los que destaque la limpieza de código.

Pasión
Esta es común a todos los demás trabajos que existen en nuestro universo.
Velocidad
Esta también es común a todos los demás trabajos que existen en nuestro universo.
Dotes comunicativas
Esta también es común a todos los demás trabajos que existen en nuestro universo. Lo básico, no hace falta más: como en cualquier otro curro, no exageremos. Y no se trata de enseñar, sino de dejar que te enseñen para conocer las necesidades de tu cliente.
Buena estructura de código
Un código bien estructurado es fácil de mantener y comprender. Y si está comentado, mejor. Y si está documentado, vamos... un altar para el señor.
Capacidad para crear buenos algoritmos
La algoritmia es la base de la buena programación. Hay gente que habla de patrones de código (algo así como recetas para resolver problemas-tipo). Por contra, hay quienes piensan que quien programa con patrones es mal programador. Creo que los patrones es interesante conocerlos, pero quien programa conforme a ellos es porque no suele ser capaz de adaptarlos y generar soluciones más eficientes.
Gusto por aprender
Este mundo avanza muy rápido, y siempre están saliendo nuevas herramientas que es bueno conocer. Además, es bueno tener curiosidad por las necesidades de los usuarios.
Voluntad de hacer herramientas útiles
Solo cuando un programador asume que su herramienta puede ser útil, y tanto más cuanto mejor entienda los problemas de los demás, estará dispuesto a trabajar más para hacer ciertas cosas. Implementar funcionalidades que mejoran la vida de los usuarios normalmente implica más trabajo para el programador. Por eso debe encontrar motivación en la felicidad del usuario y la utilidad de la herramienta.

Y nada más. No creo que mucho más que añadir. Lo de la gestión de errores es algo que, pienso, va con la vocación. Es como decir que un buen albañil necesita ser capaz de poner ladrillos. A ver... Eso no es necesario para ser un BUEN albañil: es necesario para ser albañil.

¿Qué otras características añadiríais vosotros?

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Redes sobre los videojuegos

Este blog vio la luz hace unos meses con la publicación de un post sobre videojuegos, sus beneficios y los prejuicios que pesan sobre ellos y sobre quienes los juegan. Hoy, en Facebook, el programa Redes, de Eduardo Punset, recuerda un programa emitido en octubre de 2012 sobre los estudios de la doctora Bavelier sobre los que llama 'videojuegos de acción, como Call of Duty'. Aquí tenéis el vídeo:

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Las próximas elecciones

Una nueva "fiesta de la democracia"

Como tarde, en diciembre de 2015 habrá elecciones a las Cortes Generales. Una nueva fiesta de nuestra democracia. El panorama esta vez ha cambiado mucho. Como era de esperar hace tiempo, el pensamiento general de que la incompetencia nos gobierna ha tomado forma en un partido nuevo: Podemos. Lo que no mucha gente, entre la que me incluyo, esperaba es que ese partido alcance ya en algunas encuestas cifras similares a las de los dos partidos mayoritarios: PP y PSOE. Las reacciones no se han hecho esperar, claro, y esta misma mañana dos compañeros míos salían de la cocina discutiendo sobre los peligros o no de un hipotético gobierno de Pablo Iglesias.

Yo, como buen centrista, miro esto un poco desde mi acostumbrada barrera de quien nunca se siente identificado con nada de lo que hay por ahí. Quien vota lo que mejor le parece según la situación del país. No me identifico con el PP. Tampoco con el PSOE. Ni que decir tiene con Podemos, que es más extremista. Y cuando digo que no me identifico, no me refiero a que no me gusten sus líderes ni cosas por el estilo: es que sus ideologías no comulgan con las mías. Pero claro, lo que pase en las elecciones de 2015 me afectará, así que voy pensando en las opciones.

Creo que la mayor parte de la gente elige su voto sin leer los programas electorales. Y creo que se equivoca al hacerlo, aunque lo entiendo perfectamente, porque quien los redacta suele ser el típico vendemotos que te cuenta solo lo bueno y, si no tiene más remedio que decirte algo malo, lo tergiversa y se enrolla usando términos con connotación positiva con tal de que la píldora pase bien. Pero habría que leerlos. Léanlos, en serio.

Sin embargo, lo que ocupa ahora mismo mis pensamientos no es a quién votaré, sino las consecuencias que tendría un resultado como el que aparece en las últimas encuestas. Según todos los sondeos de intención de voto que se han hecho en los últimos meses, Podemos ha aumentado la intención de voto hasta alcanzar una posición pareja al PP y el PSOE. De ser cierto, estaríamos ante un escenario que no se ve desde las primeras elecciones con nuestra Constitución, donde eran tres los partidos en liza: PSOE, AP y UCD.

Conste que no pretendo expresar opinión alguna sobre ninguna de las fuerzas políticas de las que hablo aquí. Solo analizo las opciones sobre lo que puede ocurrir de aquí a las elecciones y un poco más allá.

¿Qué pasaría si la gente votase como dicen ahora las encuestas?

El partido con más votos no tiene por qué ser el que gobierne. Así, pues, para empezar habría que decidir quién ocupa la Moncloa, algo que se volvería difícil, dado el reparto de votos. Básicamente, dependería del PSOE. Si el PSOE decide que Podemos es el enemigo, podría elegir pactar con el PP (oh, sorpresas de la vida), como ya ocurriese en casos como el de Jesús Gil. Por otro lado, ideológicamente el PSOE es más cercano a Podemos que al PP. Pero claro, eso significaría aceptar un reinado compartido de la izquierda: es duro dejar un trono. Así pues, la primera consecuencia sería una negociación compleja y, tal vez, alguna alianza sorprendente.

Si no se lograse decidir quien gobierna no recuerdo lo que ocurre, pero si no me equivoco hay posibilidad de convocar nuevas elecciones generales. El resultado, claro, podría volverse en contra de Podemos (si hay gente que abandona esa idea porque piensa que el intento ha fracasado) o muy a favor (especialmente si en las negociaciones PP y PSOE se plantean aliarse, lo que sus votantes, sospecho, verían muy negativo).

En segundo lugar, se dificultaría la gobernabilidad. Un partido que no tiene más de un 40% de los escaños necesita convencer a mucha gente para sacar adelante algunas medidas críticas. Si la cosa sigue así y Podemos se come, entre otros, los escaños de partidos minoritarios, pero con representación parlamentaria como UPyD, IU o Ciudadanos, hablaríamos de que las medidas deberían ser pactadas entre al menos dos de los tres partidos mayoritarios. Eso es complicado. Estaríamos en el típico escenario en que el gobernante querría sacar adelante medidas y no podría. Se quejaría, empezarían los lanzamientos de pelota de un lado a otro y... lo de siempre, pero sin decidirse nada al final. Una parálisis de facto del poder legislativo, lo que no es muy positivo.

¿Qué consecuencias tendría un gobierno de Podemos?

Yo no soy un experto en política, pese a haber estudiado parte de la carrera de Ciencias Políticas y a que me gusta la materia. Evidentemente, cuando surge un nuevo partido con la fuerza con que ha surgido Podemos hay dos actitudes posibles: atenerse al típico "más vale malo conocido" o al también típico "de perdidos al río".

Todos sabemos que lo que hay es malo. Da igual si uno es del PP o el PSOE, da igual la ideología de uno, la clase política española es de lo peorcito de la sociedad. Ser político hoy está casi tan mal visto como ser banquero o de una farmacéutica. O peor, seguramente. Así pues, mucha gente votará a Podemos porque cree que nada puede ser peor que el PP y el PSOE, y al menos ofrece alternativas a lo que hay. Esa actitud es la que llamo "de perdidos al río".

Por otro lado, están los que temen el cambio y que llegue un sistema alternativo radical y nefasto que deje España arrasada por medidas de corte fascista, comunista, anarquista o cualquier cosa que suene dañina. Es lo que llamo la idea de "más vale malo conocido".

Yo he leído el programa de Podemos. Como me pasa con todos los demás partidos, unas cosas me gustan y otras no. Lo que no termina de dejarme indiferente es la apuesta por medidas que no he visto en ningún país occidental desarrollado y no sé, por tanto, qué consecuencias podrían tener. Por ejemplo, establecer un tope salarial o prohibir los despidos en empresas con beneficios.

Pero cuidado, porque tal como mencioné antes, decidir quién gobierna no es tan fácil como señalar al candidato del partido que más votos ha conseguido. Ni siquiera al que ha conseguido más escaños. Para ser elegido Presidente del Gobierno, el candidato tiene que recibir el apoyo de más de la mitad de la cámara. Eso, si hay tres partidos votados casi por igual, es imposible si no se logran acuerdos. ¿Y saben lo que pasa cuando se alcanzan acuerdos? Que todo el mundo abandona las medidas más radicales, acertadas o no. Son las primeras en caer, por supuesto.

Así pues, si Podemos fuese la fuerza con más escaños, cosa que está por ver, y lograse el apoyo del PSOE, que también está por ver, tendría que abandonar muchas de sus sorprendentes medidas por el camino. Tendríamos un partido con fuerza, ganas y juventud, pero con las alas bastante cortadas, lo que igual no es malo, porque implica el control de posturas demasiado extremistas. Sería en otras elecciones, cuatro años después, cuando el electorado debería preguntarse, tras ver su capacidad (o incapacidad) para manejar España con medidas menos drásticas, si le concede la confianza suficiente para tomar las que con gran seguridad abandonará ahora. Así pues, entendiendo el miedo que pueda producir en cierta parte del electorado un hipotético gobierno de Pablo Iglesias, querría decir que el propio sistema hará que no sea tan malo como ahora pueda parecerles. Tranquilidad.

¿Y conseguirá gobernar Podemos?

Pues yo tampoco lo sé. Pero sí sé ciertas cosas que podrían darnos pistas al respecto.

En primer lugar, el voto de Podemos aumenta drásticamente con cada caso de corrupción que sale a la luz de PP y PSOE. Pero esos efectos, normalmente, desaparecen con el tiempo. Podemos está ahora en un momento en que están en el candelero noticias relacionadas con la corrupción, por lo que es probable que esta intención de voto se suavice un poco en los próximos meses.

En segundo lugar, hemos vivido una renovación del PSOE, con un nuevo candidato y todo. Cuando eligieron a Pedro Sánchez, la intención de voto al PSOE descendió drásticamente, pero poco a poco se ha ido recuperando. Evidentemente, el PSOE está reaccionando ante la fuerza de Podemos, y debemos esperar que continúe generando cambios y alternativas para frenarles. Y da igual la motivación, el mero hecho de que el PSOE, uno de los partidos mayoritarios, plantee cambios importantes, ya es mucho.

Pero no solo el PSOE se renovará: el PP debemos esperar que también lo haga. De momento su discurso permanece igual que hace meses, cuando Podemos no existía. Mariano Rajoy tiene una imagen pobre, muy pobre, incluso entre su electorado. Evidentemente, hace ya años que todos, tuviésemos la ideología que tuviésemos, nos echábamos las manos a la cabeza al ver que Rajoy volvía a presentarse una y otra vez en vez de dejar paso a un candidato con mejor imagen. Igual cometen el mismo fallo esta vez. Pero imaginemos por un momento que no es así: ¿qué opciones tiene el PP? ¿No creen que un nuevo candidato, con experiencia, libre de la mancha de la corrupción, podría generar un aumento de votos para su partido?

Y esto me recuerda la tercera idea a tener en cuenta: la economía. Estamos viviendo tiempos en los que la economía va mejorando sus indicadores. Sé que esto no dice mucho a las masas trabajadoras que son la fuente de votos de Podemos, pero normalmente eso acaba traduciéndose en mejoras tanto económicas como laborales. Este año la tendencia bajista del PIB ha cambiado, y la economía empieza a subir por primera vez en muchos años. Rajoy tiene casi un año entero para que siga subiendo, no cagarla, limpiar su partido, no volver a escuchar la palabra corrupción y diseñar medidas alternativas con las que convencer a un electorado que desea que el "más vale malo conocido" pese más que el "de perdidos al río". Todo el mundo suele preferir evitar el cambio, lo que juega en favor del PP, y solo necesitan un lavado de cara para prestarle de nuevo su apoyo.

Conclusiones

Queda un año para las elecciones, lo que es mucho tiempo. Podemos trae nuevas ideas, y poco más puede ofrecer, creo yo (y ya es mucho). Sin embargo, los partidos mayoritarios tienen un año entero para buscar alternativas, presentarlas y conseguir que el electorado se olvide de la palabra "corrupción". Por eso, creo que un factor crítico en las próximas elecciones es que esto ocurra y los españoles no oigamos hablar de ella durante unos meses.

Si el PP y el PSOE lo consiguen, para verano Podemos verá reducida la intención de voto a su partido. Máxime si esos dos partidos logran plantear medidas de reforma constitucional (todas las que se han presentado me parecen parches, pero a la gente le gusta eso de la reforma, aunque no le digan qué van a reformar, qué le vamos a hacer), transparencia institucional y, para colmo, la suerte les sonríe y la economía va mejor para entonces.

Y aunque no lo consigan, cosa que puede ocurrir porque a incompetencia no les gana nadie, no tiemblen los anti-Podemos: por mucho que no les guste, ese partido no podrá hacer lo que le dé la gana. Deberían surgir muchos nuevos escándalos, a ser posible para verano o justo después, y llegar una nueva crisis (cosa que no es impensable dado el nivel de deuda de los gobiernos, especialmente el estadounidense), para que Podemos lograse una cantidad de escaños suficiente para gobernar con una mayoría cómoda.

Desde luego, lo evidente es que Podemos ha traído consigo muchos cambios. Su mera presencia hace que la gente opine y que nos planteemos cosas que antes, en el escenario bipartidista español, ni concebíamos. PP y PSOE plantean reformas y surgen conversaciones sobre, incluso, la forma de nuestro modelo de Estado. Aunque Podemos quedase en una mera anécdota en la historia de España, la verdad es que ha generado diálogo y polémica. Y eso, amigos míos, es bueno.

¿Y yo, qué pienso de todo esto? Ya escribí en un post anterior que estoy convencido de que España no necesita tanto políticas concretas, de izquierdas o derechas, como una reforma profunda de nuestra estructura política. Un cambio de la ley electoral, el poder judicial y las leyes que rigen el funcionamiento de los partidos se me antojan prioridades que hacen sombra a cualquier otra medida que se pueda plantear partido alguno. Creo que hace falta un partido que se deje de colores y plantee unificar a la gente en torno a esta reforma y punto, sin políticas concretas de sanidad, educación ni defensa. Un partido que llegue, reforme y convoque elecciones.

Ya veremos lo que pasa...

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Las asignaturas que echo de menos

Supongo que a lo largo de nuestra vida todos hemos echado de menos saber más sobre algún tema que consideramos importante. De entre todos esos temas, creo que la mayoría de nosotros compartirá algunos, que somos muchos quienes los hemos echado en falta. La pregunta, ante eso, es ¿por qué no se nos enseñaron en el colegio? En algunos casos, porque se consideran conocimientos muy técnicos o específicos como para enseñarse a tan cortas edades (aunque llamar edad "corta" a los 14 o 16 años no me parece muy aceptable). Sin embargo, en otros la razón es, simplemente, porque nadie se lo planteó nunca, o porque no eran conocimientos necesarios en el momento en que se diseñó el sistema.

El modelo de educación actual, tal como fue concebido en sus principios, era una forma de preparar a las personas para su trabajo. Se obtenía cultura general de diversas materias que sentaban las bases para, luego, en la Universidad, estudiar algo más específico. Sin embargo, la cantidad de conocimientos que hay ahora mismo es enorme, y el acceso a ellos igualmente grande. Nunca como ahora una persona puede, en sus ratos libres, obtener una formación como la que ahora puede conseguir a través de Internet. Para colmo, la forma de nuestra sociedad, los conceptos de libertad y derechos que hay en la actualidad y el papel de las instituciones en nuestras vidas ha cambiado enormemente a lo largo de los dos siglos que tiene, más o menos, el actual modelo de educación.

Hoy, las necesidades que todos tenemos en nuestra vida son muy diferentes. Necesitamos formarnos prácticamente toda nuestra vida, por lo que surge la pregunta: ¿qué es lo que deseamos que constituya la "educación básica"?

Para mí, la educación básica debería proporcionar a todos los instrumentos necesarios para saber cómo manejarse en los entornos políticos, sociales y tecnológicos actuales, así como las herramientas personales necesarias para hacerlo de forma que podamos sentirnos lo más felices que nos sea posible. Y basándome en esto, echo de menos muchas cosas.

Independencia Política

Saber cómo funciona nuestro sistema político, desde nociones de la Ley Electoral al funcionamiento del sistema representativo me parece fundamental. Creemos que eso de meter un papelito en una urna es bastante fácil, pero no nos damos cuenta de que cuando la gente habla por televisión, o tomándose un café con los amigos o, simplemente, pensando en que nuestra Constitución es una porquería (algo que muchos piensan hoy día), realmente no suelen tener ni pajolera idea de lo que hablan. Conocer nuestro sistema político es el primer paso para tener capacidad de cambiar las cosas. Cuando un partido dice que va a proponer cambios en la Constitución mucha gente asiente, porque es realmente necesario, pero a poco que se entre en detalles no se tiene ni idea de la diferencia entre nuestro estado autonómico, una federación, una confederación o lo que sea que se quiera proponer ni las consecuencias de instaurar modelos territoriales así. No digamos si se habla del sistema de reparto de escaños o de si un voto en blanco vale más o menos que una abstención.

Seguridad Legal

Son muchos los derechos que tenemos, y muchos los instrumentos para ejercerlos, aunque en bastantes ocasiones no sean lo efectivas que nos gustaría. Conocer las bases del sistema judicial y del Derecho, así como la forma de acceder a los instrumentos que nos permiten ejercerlos, es trabajo de la clase política. Sí: sé que no lo hacen muy bien, y que todos pasamos tres pueblos de reclamar cosas a veces por no meternos en los follones y gastos derivados de hacer valer tales derechos, pero la realidad es que existen instrumentos que nos permiten hacer frente a problemas legales.

La primera vez que me vi amenazado por alguien en el campo legal fue con un cliente que reclamaba más de lo que debía. Gritó enfurecido, y muy seguro, que me denunciaría. Y yo, francamente, me acobardé. Ignoraba lo que es significaba ni las consecuencias que podía tener, pese a que sigo teniendo claro, aún hoy, que yo tenía razón. Al final, accedí a una solución de compromiso con tal de no meterme en abogados, y aún hoy me da rabia no haber hecho vales mis razones frente a tal tipejo. La segunda vez fue en un trabajo. Quienes nos contrataron a un amigo y a mí se portaron francamente mal, y quisieron demorar el pago del finiquito correspondiente por nuestra marcha hasta que se terminase un proyecto que nosotros no teníamos por qué finalizar. Curiosamente, nos mostramos dispuestos a terminarlo al marcharnos, por lo que la retención del finiquito era totalmente innecesaria, lo que me tocó las narices. Obviamente, tras la experiencia previa mi actitud ante el conflicto fue muy diferente, y presenté una denuncia ante el SMAC.

No se trata de estudiar leyes o derecho. Ni tampoco de hacer expertos en burocracia judicial. Se trata, para empezar, de saber bien qué son los derechos, cuáles son los fundamentales, y, ante todo, que los chavales, que en los últimos años de educación preuniversitaria ya se acercan a la mayoría de edad, sepan lo básico sobre qué hacer en caso de tener un problema así y la actitud que deben mantener ante ese tipo de casos. Qué es un abogado, cómo acceder a sus servicios, los costes y problemas que tendrán. El acceso a asistencia legal gratuita, etc.

Economía Personal

¿Saben que si sus hijos, en vez de contratar un plan de pensiones a los 30 años, lo contratase a los 18 obtendría en su jubilación entre un 50 y un 100% más? ¿Sabe que una persona que hace 40 años hubiese comprado acciones de Pepsi hace 30 años su capital se habría multiplicado por 38, mientras que si lo hubiese hecho diez años más tarde solo tendría cuatro veces y media más? Es el poder del interés compuesto.

Normalmente nos planteamos ahorrar cuando tenemos dinero, cuando ahorrar es algo que debería ser constante en nuestra vida. Además, nos preocupamos por nuestra jubilación cuando tenemos hijos o nos acercamos a la crisis de los 40, habiendo dejado pasar ya entre 10 y 20 años que nos habrían proporcionado enormes beneficios. Esto ocurre porque salimos del colegio sin tener ni idea de lo que es el dinero, lo que vale y lo que valdrá. En general, no sabemos ni ahorrar, ni invertir, ni nada que no sea ir a por la casa y esperar a jubilarnos por cuenta del Estado. Cuidado, porque yo tengo casi 40 y me faltan 27 años para jubilarme (al menos), y en ese tiempo las cosas pueden cambiar mucho y el Estado puede haber dejado de pagar jubilaciones.

Es importante que nuestros hijos aprendan que ahorrar es más sencillo de lo que parece y, más aún, más importante de lo que parece. El colegio puede ser un extraordinario aliado en este sentido.

Computación

Sí, sí, lo sé... Soy pesado en este punto. Hasta la saciedad. Pero no me cansaré de repetir que la computación será en el futuro parte de esa cultura general que todos debemos tener, como leer, escribir, sumar o restar. Yo doy clases a mis hijos de computación los jueves, y en el caso del mayor (el pequeño empieza la semana que viene), proporciona mucha seguridad en asignaturas como matemáticas.


Y esto es todo. No sé si alguien tendrá alguna idea de otras asignaturas que eche de menos en el colegio. Además, dado que muchos lectores no residen en España, me encantaría saber la formación de este tipo que hay en los países donde residen. ¿Sabéis de sistemas donde se enseñen estas materias?

Un saludo

jueves, 6 de noviembre de 2014

Haciendo historia II

Las pequeñas acciones pueden generar grandes cambios. Hace poco escribí cómo estamos en casa haciendo un poquito de historia a pequeña escala. Pues bien: todos podemos hacer un poquito de historia hoy mismo.

Code.org ha iniciado una campaña en indiegogo para recaudar fondos para que millones de niños en todo el mundo aprendan a programar. Escribí también sobre la formación en computación en otro post. Apoyad esta campaña, la mayor hecha jamás en indiegogo. Millones de niños en todo el mundo lo agradecerán. Es más... si realmente se impulsa en muchos colegios la formación en computación, serán muchos más los que, por imitación o pura tendencia, implantarán asignaturas relacionadas. Al final, llegará a nuestros hijos.

Aunque solo sean 10 dólares, apoyad esta campaña. Es importante para todos.

...y, de paso, impulsad en los colegios con los que tengáis relación la implantación de computación como asignatura.

lunes, 20 de octubre de 2014

La formación es importante... ¿para nuestros hijos?

Hay mucha gente que piensa que hay demasiadas cosas que están cambiando a peor. Escribí hace algún tiempo un post criticando ese tipo de pensamientos. Realmente, lo que vemos hoy es lo mismo que nuestros bisabuelos vieron en su día. Es habitual que en la transición entre dos siglos haya cambios que lleven a la sociedad a replantearse sus modelos sociales, legales, políticos, laborales, culturales...

Acabo de ver un vídeo que sostiene algo parecido. Habla de la revolución tecnológica que ya está aquí: los robots. Los robots, por mucho que nos pese, irán sustituyendo a los humanos en muchas tareas, lo que pone en riesgo una enorme cantidad de puestos de trabajo en todo el mundo. Los coches que conducen solos amenazan, según este vídeo, el trabajo de 70 millones de conductores profesionales en el mundo. Y eso que no está teniendo en cuenta el trabajo relacionado con los seguros automovilísticos, el de los policías de carretera, mantenimiento de semáforos (aunque algún otro tipo de señales habrá que mantener, supongo)... Por otro lado, en 2013 apareció Baxter, un robot multi-propósito capaz de aprender a hacer tareas por imitación, barato para un taller medio, que no cobra más que lo que consume de luz y que trabaja 24h al día. Lento, sí, pero ni se pone enfermo ni te pide mejoras salariales ni va a la huelga. El vídeo se pregunta qué pasará con esos millones de puestos de trabajo que se perderán.

Hace algo más de un siglo, durante la segunda revolución industrial, la gente se planteaba algo parecido. Y aquí estamos.

No voy a ser frívolo y decir "no se preocupen: la expansión de los robots no tendrá efecto en los trabajos de la gente", porque sería una estupidez. Tampoco voy a decir que esos 70 millones de conductores profesionales y empleados de seguros automovilísticos no deberían ir replanteándose el futuro. Deberían. Y rápido. Léanme claramente, camioneros: ¡Fórmense rápido y planifiquen una estrategia a 10 años, porque en ese tiempo la mitad de ustedes estarán sin trabajo! Asusta, ¿a que sí? Lo que me gustaría es comentar la parte del problema que la gente no suele considerar. Lo que la gente no piensa es que dentro de 100 años, como mucho, tras los robots aparecerá alguna otra cosa que dejará en la calle a otra millonada de personas. Y cada vez la millonada será, probablemente, mayor. Lo curioso es que la solución la podemos poner en marcha hoy. De hecho, o la ponemos en marcha o nuestros bisnietos las pasarán canutas... otra vez.

Cuando hay un desarrollo tecnológico, está impulsado normalmente por un motivo económico. Digo normalmente porque no siempre es así, pero vamos... un altísimo porcentaje de las ocasiones. Imaginen una empresa. 200 trabajadores, de los que 160 son mano de obra poco cualificada. Pero son 160 salarios. Así que el equipo directivo, esos 40 mandos medios y altos, deciden invertir en tecnología. ¿Creen que mejorarán la velocidad a la que se hacen sus presentaciones? Normalmente, invertirán en cambiar la productividad de su fuerza de trabajo mayor y, además, la de mayor coste para la empresa: los trabajadores poco cualificados. Además, la tecnología para sustituir a un trabajador muy cualificado suele ser más cara que la equivalente a un trabajador que coloca botellas en una cinta sinfín. Así que los mandos de nuestra empresa desarrollan con una universidad un robot capaz de hacer lo que 40 empleados. Y esos 40 a la calle. Subvención por I+D, ahorro... Una jugada genial. Y lo es. En serio. ¿Alguien puede reprochárselo? Al fin y al cabo, piensen qué harían si fuesen los dueños de esa empresa: su competencia va a hacerlo, y producirá lo mismo (o más) con menor coste, reduciendo el precio de los bienes que venden. Si no toma ese tipo de decisiones, está usted en un aprieto, amigo.

Pero eso no lo hace una empresa: lo hacen todas. Y en total no se despide a 40 personas: se despide a 40 millones. Entonces, ¿por qué a los 50 años no queda nada de esa crisis? ¿Por qué los hijos de esos trabajadores no están todos en el paro (ya lo estarán los bisnietos, a los que pillará otra crisis similar)? Pues porque el mercado se acaba auto regulando. Al final, los hijos de estos señores reciben una formación mejor adaptada a los nuevos tiempos. Las nuevas tecnologías se aprovechan y se generan puestos de trabajo nuevos, que exigen una formación diferente. Esos 40 millones de parados deben dar de comer a sus familias y aprenderán lo que sea para volver a trabajar. Y lo harán. Habrá una crisis gorda, gordísima, pero las aguas volverán a su cauce. Al fin y al cabo, los conductores profesionales de hoy quitaron antes puestos de trabajo a los encargados de caballerizas, jinetes del poney-express, cocheros de carruajes...

Pero la gente lo ha pasado mal. Muy mal, debido a un adelanto tecnológico. A cuatro generaciones de aquella segunda revolución industrial, todos la vemos como positiva, pero apuesto a que por aquel entonces mucha gente echaba pestes sobre las máquinas, la electricidad y los motores de combustión.

Definamos claramente las cosas: El problema no es tanto que la gente se quede sin trabajo como que la gente que lo hace sea incapaz de encontrar uno nuevo. Si los 40 empleados de nuestra empresa fuesen capaces de adaptarse y, conocedores de las particularidades de su trabajo, montar una compañía de innovación que ayude a mi empresa y otras similares a mejorar equipamientos, ¿a que ya no nos sentiríamos mal? Por supuesto que no. El impacto negativo, tanto social como económico, no proviene de la incorporación de una nueva tecnología, sino del tiempo necesario para que el mercado laboral se adapte al cambio. El reto, pues, consiste en reducir ese tiempo al mínimo posible, de forma que la gente que se va quedando en paro encuentre trabajo cuanto antes. Una nueva tecnología genera una enorme cantidad de posibilidades, que cualquiera con suficiente formación puede aprovechar. Pero, normalmente, cuando la tecnología sale al mercado no hay tantos profesionales como para aprovecharla al máximo. Irónico, ¿no? Por un lado hay más gente innecesaria y por otro se necesita a más gente.

Y es que el problema no es tecnológico: es de formación. El problema es que la gente encuentra trabajo, se casa, tiene niños y entra en una vorágine de tareas y días llenos de estrés en los que lo último en que piensa es en aprender algo nuevo. Si le preguntas dirá que sí, por supuesto, aprender es importante. Pero no es prioritario: la realidad es que ir a recoger a sus hijos al colegio, realizar su trabajo diario, prepararse la cena y descansar tras días y días así es siempre más importante. Y lo es, no nos engañemos. Pero de pronto alguien llega y le dice "en 10 años se queda sin trabajo". La mitad, aunque nos sorprenda, dirá "pues ya veré entonces lo que hago". A los 5 años, esa mitad estará preocupada. A los 8 muerta de miedo. Y querrán aprender de golpe cosas nuevas que chavales de 30 harán mucho mejor. A los 10 estarán en paro. Si con esos 10 años vista hubiesen aprendido más, probablemente habrían ido viendo la utilidad a las nuevas tecnologías. Seguramente, con su experiencia en el sector más de una empresa tecnológica les habría contratado. O podrían haber montado una consultora. O, simplemente, se habrían planteado otras opciones.

El problema es tanto mayor cuanta mayor es la diferencia entre la formación que uno tiene y la que necesita para encontrar un nuevo trabajo. Por eso hay que reducir esa diferencia y, para ello, hay que estar formándose siempre. Pero esto es algo que ni socialmente ni culturalmente ni legalmente está considerado. Las empresas deben pagar al trabajador por formación, pero todos sabemos lo que pasa con ese dinero: acabamos comprando leche, el coche nuevo o el piso.

¿Y por qué no hacemos cursos? Entre otras cosas, porque no tenemos tiempo. Además, la universidad está llena de chavalines. Sus profesores dan clase a alumnos de entre 18 y 28 años. ¿Imaginan ir con los casi 40 tacos que tengo a una universidad a empezar a aprender algo que me guste, pongamos... biología? Ni de guasa. La universidad, en términos generales, no está pensada para mí. Ni respeta mis horarios ni los de mis hijos. Formarse hoy es una inversión cara, tanto en tiempo como en dinero, y no debería serlo. Debería ser lo normal. Lo habitual. Lo socialmente aceptado. La gente debería sorprenderse de que alguien no esté estudiando algo, llámese carrera, curso de postgrado o lo que quieran. Deberían tratarle como un suicida o alguien con mucha suerte, que puede permitírselo y sabe que podrá el resto de su vida.

Cuando hablamos de formación, yo el primero, solemos pensar en el futuro de nuestros hijos, no en el nuestro. Sé de muchos sectores que deberían pensar que tienen los días contados. Hemos mencionado a los conductores y todos los servicios asociados: vigilancia de tráfico y aparcamientos, seguros automovilísticos... El mantenimiento también se vería afectado, porque los coches autónomos no solo tienen menos accidentes: además conducen mejor y mantienen mejor el coche. Pero, ¿qué pasa con la industria que gana dinero fabricando piezas pequeñas y recambios domésticos? Las impresoras 3D ya están aquí. Y están para quedarse: en MediaMarkt ya venden un par de modelos. ¿Cuánto creen que tardarán en hacer impresoras de cristales para gafas? O en que podamos usar nuestra impresora 3D para ello. Si tenemos el informe oftalmológico de nuestro ojo, bajamos un modelo de montura que nos guste de internet y la imprimimos. Luego descargamos un programa para imprimir lentes y hala... Ya tienes tus gafas hechas en casa. ¿Qué queda para eso? ¿20 o 30 años? Y ya hay una impresora que fabrica casas (por si los obreros de la construcción no hubiesen tenido bastante). ¿Un anillo de boda? Imprime. ¿Bisutería? ¡Imprime! Los robots de limpieza son más comunes, pero aún tienen que evolucionar. No creo que tarden más de 10 o 15 años en fabricar un robot que realmente pueda mantener la casa reluciente, incluyendo mobiliario, encimeras y escaleras. Adiós, empresas de limpieza. Maquinistas ferroviarios, pilotos de avión, repartidores, gran cantidad de administrativos... El número de trabajos que hay en riesgo hoy día es muy elevado.

Pero la gente no se forma, y no lo hace porque el sistema no está pensado para ello. Y el sistema no está pensado para ello porque, hasta ahora, lo normal es que la gente viviese de su profesión toda su vida. Y eso es así cada vez menos. Hace falta que nos convenzamos de que el futuro es cada vez más frágil. El cambio debería ser algo plenamente aceptado en nuestra vida. España, país de funcionarios, es un caso grave de búsqueda de la estabilidad huyendo del cambio. Nos quejamos cuando alguien ataca nuestras acomodadas vidas. No nos damos cuenta, y el vídeo con que comienzo el post tampoco, de que no es que debamos adaptarnos al cambio que viene: debemos hacer del cambio nuestra forma de vida. Toda esa gente que he mencionado, desde conductores de autobús a fabricantes de lentes, se quejarán el día que haya máquinas que hagan su trabajo. Exigirán la creación de un órgano colegiado, el pago de cánones por compra de impresoras 3D o la penalización del material que se usa para hacerles la competencia. Pero la realidad es que no necesitarían protestar si nuestra sociedad aceptase el cambio como parte del sistema económico en que nos movemos.

La gente debería tener tiempo para estudiar, y los organismos que se dedican a la formación tendrían que diseñarse para acomodar a grandes y pequeños. Sé que implica una pérdida de productividad, y que las empresas inicialmente pondrán el grito en el cielo, pero al final repercutirá en beneficio de todos: adaptarse será más fácil, competir y no perder el ritmo de la competencia también. Los altibajos en la demanda debidos al impacto de las nuevas tecnologías se reducirán, y el nivel de tranquilidad y productividad de los trabajadores será mayor.

La formación es importante... ¿para nuestros hijos? Sí. Para nosotros, también.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Haciendo historia

Hace casi cinco meses, inicié este blog, Incasequible, con una entrada que, curiosamente, ha sido la más leída hasta el momento. El tema eran los videojuegos y por qué la gente considera negativo jugar a ellos y no a otros como el ajedrez. Por qué jugar a videojuegos tres horas es vicio y estar cinco dándole al balón no.

El día que publiqué el post un tal Pablo comentó que se ofrecía a dar clases de Dota o Starcraft a mi hijo mayor. Lo que en los comentarios no aparece es que, tras conocerle, acepté. El miércoles pasado, 1 de octubre, mi hijo inició su "extraescolar de Dota", que más bien es una clase particular. Pablo cobra su hora semanal (debo decir que ha sido muy generoso con el precio, que no creo que sea alto) y enseña algo que le apasiona a un niño que también es un apasionado. Mientras escribo este post están los dos "doteando" juntos.

El viernes siguiente, jugué con mi hijo y debo decir que le vi detalles que me sorprendieron. Para colmo, me aleccionó alguna vez (con 9 años... Sabía que ese momento llegaría, pero no esperaba que tan pronto). Le vi contento, satisfecho, orgulloso. Y yo me sentí feliz de verle no solo disfrutar con una pasión, sino, además, mejorar en ella de la mano de alguien que sabe.

Sé de países donde los chavales reciben clases de videojuegos, y donde incluso hay pisos, a modo de residencias, donde los integrantes de un equipo viven juntos: comen, estudian, duermen y entrenan juntos. Esos pisos comunes tienen al frente a un entrenador y, en ocasiones, un equipo de promoción y organización detrás. Son profesionales.

Yo no aspiro a eso con mi hijo, aunque no me negaría a que se dedicase profesionalmente si así lo desea (¡menuda experiencia!). Lo que sí reivindico es que, habiendo como hay extraescolares y profesores de otros juegos y deportes que todos aceptamos, los aficionados a los videojuegos tengan esa misma oportunidad.

Creo que en casa estamos haciendo un poco de historia. Historia del videojuego en España, en cierto modo y a muy pequeña escala. No tengo noticia de otro caso de clases particulares de videojuegos para niños en nuestro país. Padres de mi urbanización y cercanos a nosotros se sorprenden de las clases de mi hijo. Pero su sorpresa da la oportunidad de comentarlo, explicarlo y darlo a conocer; de mostrar a una parte pequeña de nuestra sociedad que esta posibilidad existe y es igual de aceptable que las clases de chino en el colegio.

Hasta que se extienda esta idea, mi hijo dará clases de Dota en solitario. Una pena, porque es un juego de equipo: cinco contra cinco. Y nos faltan cuatro compañeros. Pero es un comienzo, una ruptura de los estereotipos y los prejuicios. De momento, es bastante, aunque reconozco que me gustaría ver evolucionar todo esto hacia la formación de un equipo y, por qué no, más campeonatos nacionales y afición, mucha afición.

Gracias, Pablo, por la oportunidad. El resto de España, que se anime. Y yo me voy a ver si terminan estos dos la clase porque son capaces de tirarse media hora más de lo acordado dándole al Dota.


Por cierto: si alguien se plantea animarse, el juego es gratuito. Hace falta un PC corriente, una hora semanal (los miércoles, de 6 a 7 de la tarde) y muchas ganas. Dota es en equipo, y aprenden mucho sobre colaboración, porque cada jugador tiene un papel, y es clave que lo haga bien en beneficio de todos. Si alguien quiere, que comente abajo y lo hablamos.

miércoles, 23 de julio de 2014

Análisis del vago

Yo fui escolarizado, como todos, cuando era niño. Pasé de ser de lo mejor de clase en primero y segundo de lo que hoy es primaria a, empeorando progresivamente, ser lo peorcito de clase en sexto, cuando toqué fondo y terminé el curso con más de la mitad suspendido. Curiosamente, ya sabía programar, y me encantaban las matemáticas: leía libros de lógica de Raymond Smullyan y divertimentos matemáticos de Martin Gardner. Cuando tenía 15 años me pregunté cómo podía funcionar una calculadora solo con electricidad. En vez de ir a una biblioteca (algo desconocido para mí por aquel entonces) o de irme a Internet (que nadie tenía en casa), me planteé redescubrir la electrónica y hacerlo yo solo. Y como tenía conocimientos de código binario gracias al manual de mi Amstrad y sabía lo que era un electroimán, lo conseguí y diseñé una máquina capaz de sumar números del 0 al 15 siempre, eso sí, que estuviese en posición horizontal. Años después me di cuenta de que la electrónica era "otra cosa", pero nadie me quitará nunca la satisfacción de haber diseñado de cero una máquina para sumar. Eso sí: no dejé de suspender, y llegué a COU (lo que hoy es 2º de Bachillerato) de milagro.

He iniciado varias carreras y, como era bastante tonto cuando era joven (más que ahora, quiero decir), no terminé ninguna. La primera, Ciencias Matemáticas, porque fue la asignatura en que mejores profesores tuve en bachillerato y COU. La asignatura me entretenía y los profesores (el "Trivi" y "la Mamá") me enseñaban y animaban en mi aprendizaje. Hoy sé que no es la carrera que debí hacer, aunque me ha venido muy bien en mi profesión. Una vez terminado el primer ciclo de matemáticas, decidí estudiar algo de letras, y me metí en Ciencias Políticas. Como, tras el primer año, me quedé sin un duro para estudiar, acabé optando a una beca que me llegó por casualidad y terminé cursando Humanidades. No acabé, claro, aunque esta vez por motivos personales. Lástima, porque no llevaba mal expediente: incluso alguna matrícula. Pero claro, me gustaba.

Yo, tengo que reconocerlo, soy un despojo del sistema educativo. Trabajo en aquello que aprendí a los 10 años con un libro que me prestó mi primo y sin ordenador: programar. El resto me ha servido, como suele decirse, para tener "cultura general". Y mi universidad, mi verdadera universidad, ha sido mi padre, quien me ha enseñado más cosas útiles para mi trabajo que todos mis profesores juntos.

Lo sé: empecé con las mismas oportunidades que otros compañeros que hoy son ingenieros o tienen empresas. Pero la realidad es que sus capacidades y su carácter estaban más amoldados y mejor adaptados al sistema que las mías. Las suyas les permitieron pasar por el sistema y aprovecharlo. Eran parte del prototipo voluntarioso para el que está diseñada nuestra educación. Me encantaría haber tenido una voluntad férrea, entre otras cosas porque no estaría donde estoy ahora, frustrado laboralmente. Desearía haber sido capaz de dedicar horas y horas a tediosas tareas que no me motivan para lograr un objetivo concreto, pero, simplemente, no podía. Como no pueden miles de alumnos a día de hoy.

Quien es capaz de resolver un problema de matemáticas con facilidad no suele entender que otros no lo hagan. Todos vemos sencillo lo que hacemos de forma natural y nos preguntamos por qué otros no hacen lo mismo. Y la voluntad no es muy diferente, pero sí es percibida de manera distinta. Quienes son capaces de echar horas de estudio no entienden que a otros nos cuesta horrores. Ellos lo ven fácil: llegan y se ponen. Conocemos la campana de Gauss que se pinta para hablar del cociente intelectual, y la educación se amolda a los extremos preparando sistemas alternativos de educación especial. Pero la misma gráfica podría dibujarse para la voluntad. Sin embargo, no hay educación especial para quienes están en el extremo izquierdo de la campana: quienes se dispersan fácilmente y no tienen voluntad alguna.

Y así nace la figura social del vago. Algún mecanismo químico, neurológico, hace que los vagos sean como son. Suelen necesitar cambiar continuamente de actividad, por lo que es difícil que terminen algo. Empiezan cualquier cosa y, entonces, se entretienen con nada, porque su cerebro es incapaz de mantenerse de forma constante centrado en cosas que no les motivan lo más mínimo. Y sí: la voluntad se cultiva. Todos podemos cultivarla. También podemos mejorar nuestras capacidades matemáticas o lingüísticas. Poco a poco, quien tiene ciertas carencias puede entrenar su cerebro para cubrirlas con los mínimos indispensables para ser útil y vivir feliz. Pero el sistema está pensado para tener un filtro constante: la voluntad. Si no estás dotado para las matemáticas o la lengua no pasa nada, porque los profesores lo entienden. Te costará mucho, pero a fuerza de voluntad pasarás los exámenes, aunque sea aprendiéndote de memoria párrafos enormes de historia o la resolución de un problema tipo en matemáticas. Si no estás dotado, la voluntad te permitirá seguir. Si lo estás, la voluntad se te exigirá. La voluntad es el principio fundamental de nuestro sistema.

La razón de esto es que nuestra educación nació gracias a la entonces incipiente burguesía del siglo XIX. Esa gente eran personas del pueblo llano que accedieron al poder por medio del dinero. Tenían empresas, talleres... Un negocio familiar. Trabajar en él seguramente era un auténtico peñazo para cualquiera, pero era la forma que tenía la familia de subsistir, así que los padres pasaban los negocios a sus hijos, y éstos a sus hijos... Esa burguesía no tenía tiempo para educar, así que les mandaban a un colegio. Esos colegios de nueva planta garantizaban que los niños tenían lo necesario para continuar la labor de sus padres: aritmética básica para llevar las cuentas, humanidades para poder ir a fiestas y entablar conversación sin quedar en ridículo y, por encima de todo, la férrea voluntad. Ese niño iba a convertirse en un auténtico empresario, dispuesto a tirarse horas entre papeles para sacar adelante un negocio familiar que, en muchos casos, les importaba un comino. Para eso debía de necesitarse mucha voluntad, sí señor.

Para realizar cualquier tarea el ser humano necesita una de dos: voluntad o motivación. Si tiene un mínimo de cualquiera de las dos podrá realizar la tarea de turno. La voluntad sirve para cualquier cosa: es polivalente. Igual te permite dedicar horas a revisar listados numéricos que a estudiarte los reyes godos. Pero la motivación no: depende de la tarea. Unas actividades nos motivan y otras no. Así pues, la voluntad constituye un poderoso aliado, porque con ella lograrás hacer cualquier cosa. Por otro lado, la motivación tiene sus grandes ventajas. La más importante es la productividad. Una tarea realizada tirando de motivación se hará de forma más productiva que si la llevas a cabo utilizando tu fuerza de voluntad.

Motivaciones puede haber muchas, desde que te estén apuntando con una pistola hasta que te guste lo que haces. Pero, presuponiendo un entorno de libertad, la motivación tiene otra gran ventaja, y es que genera felicidad: mientras pasar un exceso de tiempo tirando de voluntad acaba frustrando y generando infelicidad, la motivación hace todo lo contrario. Con ella nos sentimos satisfechos y contentos al realizar tareas para las que tenemos una gran motivación.

La capacidad de trabajo de una persona es el resultado de utilizar la voluntad o la motivación (o ambas). No debe pensarse que alguien con poca voluntad no tiene capacidad de trabajo, porque es perfectamente capaz de realizar tareas impresionantes. Lo que pasa es que no los realiza más que cuando está motivado. Yo mismo, con poca voluntad, me he tirado horas y horas trabajando en muchas ocasiones y no tengo problema en hacerlo en casa, tranquilamente, cuando por las noches me dedico a programar cosas que me gustan.

Como decía un amigo, yo "soy un poco vaguete". De acuerdo, pero también soy muy creativo. E inteligente. Mi visión espacial y pensamiento abstracto son considerablemente altos. ¿No creen que todo eso podría haber sido mejor aprovechado? Es más, permítanme una pregunta: ¿no les parece que, si sumamos los talentos de todas esas personas faltas de voluntad y a las que nadie ha ayudado a tenerla, suman muchos, pero muchos, recursos tirados? ¿No merece la pena aprovecharlos?

Todos tenemos habilidades, talentos. Todos. Y yo diría que por igual: Quien no tiene creatividad a lo mejor tiene don de gentes. Quien no tiene voluntad tal vez posea una gran capacidad matemática. El que tenga problemas con la historia es posible que posea una enorme persistencia. Todos tenemos grandes talentos. Nuestro sistema educativo debe ser capaz de detectarlos y explotarlos. Eso no quita para que todos desarrollemos un mínimo las cualidades para las que menos dotados estemos, pero ¿realmente es rentable exigir un mínimo de cada una y, con ello, desaprovechar los talentos de quienes no pasen por nuestro corte?

Este post no pretende ser una reivindicación de los que no tenemos una gran fuerza de voluntad. Yo la he echado de menos y lucharé por conseguir que mis hijos la desarrollen, aunque uno de ellos no parezca naturalmente dotado para ello. Tener un mínimo de voluntad es extremadamente útil, entre otras cosas porque nada garantiza que vaya a trabajar en algo que le apasione. Allí donde no tenga motivación deberá aprender a encontrarla. Donde no la encuentre, deberá aprender a tirar de la poca voluntad que tenga. Pero, en cualquier caso, eso no quita para que le enseñe que, pese a que no consiga desarrollarla, tiene su espacio en esta sociedad, pese a que en el colegio parezcan empeñados a veces en demostrarle lo contrario.

viernes, 13 de junio de 2014

Un pensamiento sobre la madurez

Ayer tuve tutoría con la profesora de mi hijo mayor. En cierto momento me comentó que el niño es un poco inmaduro, y añadió que lo agradece porque "aún tiene esa curiosidad por todo típica de la inmadurez". Por lo que me comentó, según los chavales maduran pierden esa curiosidad y se vuelven más pasotas en el colegio. Y lo atribuye a la madurez. La madurez, para ella, implica pérdida de curiosidad. Me pareció triste. Y así va nuestro sistema educativo. No creo que hagan falta más comentarios, pero por si acaso diré que no estoy de acuerdo y que la pasividad la consigue el colegio, no la madurez.

Me acordé al salir de la tutoría de cierta sensación que tengo a veces con algunos vecinos. Yo trabajo en software. Visto camisetas (ahora mismo llevo una de la Casa Greyjoy) y vaqueros viejos, me encantan los videojuegos y los juegos de tablero y rol. Tengo curiosidad por todo y recorro la Wikipedia en busca de información sobre los más diversos temas. Igual estoy mirando recetas de cocina que leyendo artículos sobre genética, química, astronomía, lingüística, arquitectura, ingeniería... Todo me gusta. Ellos, sin embargo, suelen vestir trajes caros, trabajan en multinacionales dedicadas al derecho, la ingeniería, farmacéuticas, bancos, aseguradoras o grandes consultoras. Ninguno juega a nada, que yo sepa. Llegan tarde de trabajar y se excusan cuando comentan que sus hijos le dan alguna vez a la consola. Y sí: siento cuando hablo con ellos que algunos me tratan como si yo fuese más inmaduro. Tal vez un bala perdida, un fracasado...

Son gente madura, supongo.

Así que hijo, si eso es la madurez, tu padre es un inmaduro y está orgulloso de ello.

No madures nunca.

jueves, 12 de junio de 2014

Guía para padres sobre videojuegos: Series LEGO

De la mano de TTGames, LEGO ha dado un paso importante en la expansión de su negocio al mundo de las consolas. De una forma divertida, con un extraordinario diseño al más puro estilo LEGO, los niños pueden disfrutar de franquicias conocidas como Star Wars, Marvel, El Señor de los Anillos o Harry Potter.

Los Juegos

No hablamos aquí de un juego, sino de muchos. Cualquier videojuego de LEGO para consolas. No hablo de los casuales para tablets: solo las grandes versiones para consola desarrolladas por TTGames. Lo más importante, que me hace recomendarlos para niños es que, aparte de ser muy entretenidos y estar llenos de humor, son cooperativos. En mi opinión, el juego cooperativo es un gran invento, que realmente ayuda mucho a los niños a aprender a trabajar en equipo.

El juego está calificado por el sistema PEGI como de 7 años porque contiene escenas que pueden dar miedo a los niños de menor edad y porque tiene violencia. Debo decir que la violencia que contienen es totalmente de dibujo animado, no más allá de lo que se ve en Tom y Jerry. Los muñecos se deshacen en piezas y, claro está, no sale nada de sangre. Algunas batallas que los prpios niños monten en su habitación con sus LEGO o figuritas de Playmobil puede tener más violencia. Sobre dar miedo, depende mucho del niño y del juego. Tratan las cosas con tanto humor y con personajes a los que normalmente están tan acostumbrados que mis dos hijos con 5 y 7 años se han pasado el LEGO Star Wars III sin un solo síntoma de susto.

Los juegos se dividen normalmente en cuatro partes. Primero está la historia. Los jugadores deben ir recorriendo una serie de misiones hasta terminar un guión completo que conforma la historia que cuenta el juego. A veces hay dos versiones de la historia: la de los buenos y la de los malos, pero en cualquier caso son una serie de misiones a terminar por orden con personajes fijos en cada una. La segunda parte es hacer esas mismas misiones, pero en lo que se llama el modo libre. En este modo puedes elegir los personajes con los que jugar, e incluso cambiar de personaje durante la misión. El objetivo es desbloquear tesoros y ladrillos de LEGO especiales que con los personajes del modo historia no se pueden obtener.

Con eso ya hay para jugar horas y horas. Sin embargo, la gente de TTGames se las ha arreglado para darnos aún más tiempo de diversión. Los juegos, según el título tienen también misiones laterales, que se van desbloqueando a medida que avanzas en los modos historia y libre. En esas pequeñas misiones puedes conseguir nuevos personajes o vehículos para ir completando toda una colección. Por último, todos los juegos de LEGO tienen, desde hace ya algunos años, un lugar desde donde accedes a las misiones. Ese lugar, que recorres entre misión y misión, en los primeros juegos de LEGO no existía: simplemente era un menú. Elegías empezar una misión, ver la colección de personajes, etc. Luego, sobre todo en el primer LEGO Batman, lo hicieron mayor: podía recorrerse la batcueva. Es lo que se llama el lobby de juego: En un sitio del lobby (la batcueva, en este caso) accedes a las misiones. En otro ves tu colección de personajes. En otro, los vehículos... Por fin, a partir de LEGO Batman 2, lo que tenemos es toda una ciudad para visitar. Las misiones están repartidas por toda la ciudad y se van desbloqueando según terminamos las anteriores. Es un escenario enorme que explorar aparte de las misiones. En esos extensos lobbies encontraremos muchas cosas escondidas, lo que nos proporciona aún más tiempo de entretenimiento.

Franquicias

Los juegos de LEGO se dividen en lo que se llaman franquicias, esto es, universos temáticos en los que se basa el juego. Una franquicia es la de Star Wars, con todos los juegos hechos de ese universo. Otra será Harry Potter, con todos sus juegos, etc. Son muchas, y todas ellas extensas y muy buenas:

Star Wars
¿A sus hijos les gusta Star Wars, ya sean las películas o las series de dibujos "Las Guerras Clon" o "Rebels"? ¿Les piden que les compren kits de LEGO temáticas de Star Wars? Pues esta opción es la mejor. Tiene tres entregas, de las que yo recomiendo la última, "Star Wars III: The Clon Wars", porque mejora mucho el modo multijugador respecto a las dos anteriores.
Batman
Recorrer las calles de Gotham en batmóvil es posible en este juegazo de LEGO. Igual que en LEGO Star Wars, tiene tres títulos. En la última entrega, además, Batman se une a una ingente cantidad de personajes, que habrá que buscar por Gotham y más allá.
Harry Potter
Si su hijo es un seguidor, y no digamos lector, de las aventuras de Harry, Hermione y Ron, esta serie de dos juegos es para él. El primer título cubre los años 1 a 4, y el segundo los años 5 a 7. Hechizos, aventuras y mucha emoción en esta serie de LEGO.
Marvel
La caña. Reconozco que, hasta el momento, es el videojuego de LEGO que más me ha gustado. Mis hijos y yo aún no hemos conseguido el 100%, pero estamos muy cerca. Todo Nueva York está disponible para explorar: se puede recorrer el helitransporte de S.H.I.E.L.D., ir a la Torre Stark, a la mansión X, el Edificio Baxter... Más de 100 héroes y villanos con los que jugar, una campaña larga, una enorme cantidad de aventuras que encontrar por la ciudad... Muy bueno.
El Señor de los Anillos
Siendo friki de Tolkien, de los que se leen con gusto El Silmarillion, es curioso que no haya jugado a ninguno de los títulos de esta franquicia. Supongo que es porque aún no he introducido a mis hijos en este mundillo. Esta franquicia tiene dos juegos: "EL Señor de los Anillos" y "El Hobbit".
Indiana Jones
Con dos títulos, se trata de una franquicia antigua, sin títulos recientes. Si se adquire alguno, recomiendo que sea el segundo, porque fue el primer videojuego de LEGO que divide la pantalla en modo cooperativo. Hasta entonces, los jugadores se veían forzados a mantenerse cerca uno de otro, lo que entre niños podía generar algún roce que otro. Pese a todo, no dejan de ser muy divertidos y, para los niños, una buena forma de aprender a cooperar.
Piratas del Caribe
En este juego (es solo uno: no tiene segunda parte), me maravilla el increíble parecido entre los movimientos de los personajes y los de las películas. El juego es divertido, muy entretenido, aunque mis hijos prefieren jugar de nuevo uno de Star Wars o Marvel que al Piratas del Caribe. No llegamos a terminarlo...
Otros títulos
Aparte de franquicias basadas en películas de terceros, también hay videojuegos basados en otros productos, como Ninjago, Chima, Rock Band, Bionicle, "The LEGO Movie", LEGO City...

Beneficios de los videojuegos LEGO

Considero que los beneficios de jugar a estas series de juegos son:

  • Trabajo en equipo. Si se juegan en modo cooperativo, los jugadores deben coordinarse bien en favor de un objetivo común. Poco a poco irán cogiéndose el tranquillo el uno al otro e irán trabajando mejor juntos. La diferencia de edad puede ser un obstáculo si el menor aún tiene problemas de comprensión de las tareas o de manejo del mando. Pero si ambos tienen edad suficiente (digamos, más de 6 años), pueden lograr un trabajo fluido.
  • Resolución de problemas. Estos juegos están repletos de rompecabezas que hay que resolver. Algunos de ellos implican usar la lógica. Por ejemplo, si un personaje debe pasar por una puerta y hay llamas, el muñeco no podrá pasar. Pero, ¿cómo apagar las llamas? A lo mejor hay aspersores en el techo y, siguiendo una tubería puedes encontrar una palanca donde activarlos. Los niños deben pensar y razonar para resolver algunas partes del juego. Eso implica que, dependiendo de la edad, puede que tengamos que estar disponibles por si no se ven capaces de alcanzar algún objetivo.

Aprender a Jugar

Los videojuegos de LEGO son muy sencillos. Hablamos especialmente de consola, así que la dificultad única suele radicar en el manejo del mando. A partir de los 5 años, menos incluso, los niños pueden jugar a todas estas series, aunque en ocasiones puede serles complicado pasar algunas partes, ya sea porque exigen cierta coordinación con el mando (saltos especiales, atravesar una pasarela...) o porque no llegan a entender lo que hay que hacer, pero eso a los 6 años está resuelto.

En cualquier caso, si se atascan en un juego y no sabemos cómo salir del paso, la web está llena de guías. Busque el nombre del juego añadiendo "guía" o "walkthrough" y tendrá vídeos y páginas llenas de información sobre cómo conseguir cada una de las misiones o desbloquear a cada uno de los personajes.

Y, si aún así tienen dudas, pongan un comentario en este blog y trataré de echar una mano.

Comprando videojuegos de LEGO

Están disponibles para PC (algunos a través de Steam) y consola (XBox, PS, Wii y Nintendo DS, normalmente). Mi recomendación en este caso siempre es la consola. En PC se puede jugar, pero se pierde en gran medida el cooperativo, salvo mediante conexión de dos PC. Si tiene dos PC, adelante, pero claro: deberá pagar dos licencias.

El precio de estos juegos puede variar enormemente según la plataforma. No es lo mismo un juego para XBox ONE, que suele estar por encima de los 50€, que para PC -30€- o Nintendo DS -25€-. Además, como en todos los títulos, depende de cuánto hace que salió el precio será mayor o menor. Cuando se anuncia que va a salir un juego de una franquicia, normalmente el anterior baja drásticamente de precio. Aún así, un juego no suele bajar por debajo del 50% de su precio inicial si no es de segunda mano.

Conclusiones

¿Tiene hijos consoleros, pero está cansado de tener muñecos de Skylanders y Disney Infinity por toda la casa? Entonces, los videojuegos de LEGO son una gran opción. No digamos si tiene al menos dos niños. Cooperativos, largos, emocionantes y divertidos. Sus hijos disfrutarán de sus héroes favoritos en un mundo familiar y agradable como es LEGO.

Para padres, abuelos, tíos... Quien quiera regalarles algo y no sepa qué, un videojuego de LEGO es siempre una apuesta segura. Sólo entérense de a qué consola juega y cuál de los títulos no tiene aún. A partir de ahí prácticamente cualquier juego de LEGO será una maravillosa fuente de entretenimiento.

Si tiene un rato con sus hijos, aunque no sea jugón recuerde que compartir momentos con ellos es estupendo: ¡cojan un mando y disfruten!

martes, 10 de junio de 2014

El virus de los colores

En mi trabajo solemos tomarnos un café por la mañana en la oficina. Charlamos de todo un poco, y normalmente con buen talante y estupendos resultados. Los lunes suele haber algo sobre fútbol o la última carrera de Formula 1. Abundan temas de ocio, como las series de televisión o el cine. A veces entra en juego algún tema relacionado con la política, sobre los colegios, tal ley o tal otra. Mientras no se mencione a ningún político o partido, suele haber un alto grado de acuerdo y, desde luego, un ambiente agradable.

Pero alguna vez se menciona a un político, una medida concreta claramente ideológica o a un partido. Entonces da la sensación de que estamos en un estadio de fútbol: la gente se pone tensa, la discusión sube de tono y lo que antes parecía acuerdo de pronto no lo es. Surgen las desavenencias, que ha habido siempre, pero esta vez de forma más exacerbada. Hay quien termina saliendo de la cocina considerablemente picado, iracundo, enfadado.

Cuando se sufre la enfermedad del virus de los colores, no importa cuán de acuerdo se esté: si el otro tiene otra ideología, preferiblemente presentada en su banda azul-roja, es el enemigo. El compañero pasa a ser "ese fachorro" o "el rojo". Da igual cuán bien trabajen juntos normalmente, mientras el virus ataque quien opina diferente es del otro bando.

No quiero ponerme a analizar cuándo y cómo empezaron los cien años de estupidez, esos cien años que, bando tras bando, constitución tras constitución, fue radicalizando las mentes patrias y alimentando este virus maligno que nos infunde tamaña ira y tontería cuando tratamos sobre política; así hasta que nos dimos de tortas y acabamos con la vida de medio millón de personas por todo el país. Parecía en el 78 que podíamos ponernos de acuerdo, que la tranquilidad se iría estableciendo y que esos radicales que gritaban a unos u otros en las calles clamando en época del gran cambio constitucional irían siendo poco a poco cosa del pasado. Así, hasta que pudiésemos mirarnos de igual a igual con estados vecinos como Francia, Reino Unido, o Alemania.

Nada más lejos de la realidad. El virus de los colores, sin que nos demos cuenta, se nutre de la infelicidad y se manifiesta con virulencia en tiempos difíciles. Nos alienta a deshacernos de ese estrés que provocan las tristes situaciones personales y familiares que vivimos y nos hace buscar enemigos cuando más amigos deberíamos poner a nuestro lado. La estrategia del enemigo exterior es efectiva, tanto a nivel gubernamental como personal. Igual que Estados Unidos crea guerras para que la gente no piense en galopantes crisis económicas, el virus hace enemigos a quienes tienen más cosas en común con nosotros de lo que queremos o podemos ver, olvidando con ello nuestra frustración o, al menos, dándole una salida a nuestra mente para desahogarse y poder volver a casa con otra cosa que comentar que no sea que aún no me han pagado. Por lo menos sentimos que estamos luchando, aunque lo que hagamos sea hundirnos más aún en el fango.

Tenemos cosas en las que estamos de acuerdo. Podemos elegir buscarlas, identificarlas y hacernos amigos del que piensa diferente apoyándonos en lo que compartimos o tomar nuestras banderas absurdas de color azul, rojo, verde o morado y enarbolarlas en busca de bronca callejera. Podemos luchar con nosotros mismos, dejando la bandera en casa, haciendo el esfuerzo de olvidar lo que nos separa por un objetivo común o elegir quejarnos, echar pestes al de enfrente y luchar entre nosotros porque así, sin pensar (que eso duele) podremos volver a casa pensando que nos hemos movilizado y que es otro el que tiene la culpa.

Conozco a gente de derechas e izquierdas. Incluso incolora (yo lo soy). Todos están de acuerdo en que hace falta una reforma de la ley electoral. Todos están hasta las narices de que los maletines pasen de mano en mano y que cuando vemos el famoso hemiciclo no sepamos quién trabaja ahí y quién no o por qué cobran algunos. Todos. Pero entonces, si estamos de acuerdo... ¿por qué no nos dejamos de tonterías?

El 15M puso de acuerdo a media España. Era un movimiento incoloro. Nació incoloro. Recuerdo hablar en aquella época con una pareja claramente derechista y les parecía un movimiento con sentido. Ilusionaba. La gente se lanzó a la calle para exigir un cambio. Un cambio de todos, sin banderas. Sin embargo, el 15M se coloreó. Y se coloreó porque quienes quisieron cambiar una cosa fundamental, como es la forma en que se nos representa, pasó a querer cambiar más. Paso a políticas concretas. Se formaron grupos de trabajo para hacer peticiones concretas de políticas específicas como educación, sanidad... Y ahí, amigos, están los desacuerdos. Pero son desacuerdos que, pese a que son grandes, pueden ser gestionados. Podrían serlo si la oferta de candidatos fuese mayor. Si la gente encontrase alternativas de diálogo. Pero en nuestro sistema, donde el poder está en los partidos porque la Transición así lo requería, no puede haber alternativas, ni diálogo, ni candidatos con más diversidad que quienes pasan por el politiqueo interno del sistema del maletín y el cierre de filas. Los partidos obtuvieron poder y no quieren soltarlo. Y así dan igual la sanidad, la educación o las energéticas.

Soy republicano, pero me da lo mismo si hay Rey o Presidente, siempre que pueda elegir a gente competente para mandar en mi país. Me da lo mismo si la gestión de la sanidad es pública o privada si me da lo que quiero: que sea universal y de calidad. Me da lo mismo si mis hijos van a un colegio público, privado o concertado si sé que se garantiza su futuro y se le ayuda a ser dueño de su felicidad, a él y a toda su generación por igual, nazcas en la provincia en que nazcas y tengas el dinero que tengas. Todo eso lo decidirán personas competentes si conseguimos que las haya. Me da lo mismo si en el país no hay ninguno, hay dos, ocho o cien partidos mientras yo tenga mayor capacidad de elección: más oferta de candidatos, que se puedan presentar de una forma más libre y que me representen de verdad.

Entonces, cuando tengamos gente competente, hablamos de todo lo demás. Con capacidad y condiciones. Cuando podamos, como pueblo, decir "hasta aquí hemos llegado" y tengamos los mecanismos para meter un puro de los buenos a quien ha robado dinero público, trataremos qué hacer con el que nos queda. Cuando realmente tengamos el poder y un claro ejercicio de nuestra soberanía, nos dedicamos a discutir en un hemiciclo en condiciones qué políticas queremos tomar.

Haya Rey o Presidente, se gestionen como se gestionen los hospitales, mientras el gobierno, los jueces y cada representante de las Cortes se elija como se eligen hoy esto, señores, es una gran chapuza. En eso, aunque les cueste creerlo, estamos casi todos de acuerdo. Así que controlen al virus de los colores, respiren hondo y vayan a tomarse un café con el rojo o el facha de turno, a ver qué solución le vemos a todo esto. Porque a este paso reirán los de costumbre mientras nosotros, estúpidos como siempre nos damos castañas ondeando banderitas... de colores.

viernes, 6 de junio de 2014

Guías para padres sobre videojuegos

Mi mujer y yo rondamos los 40 y tenemos dos niños de 8 y 6 años. La mayor parte de nuestros amigos no tienen ni idea de videojuegos (ni de juegos en general, qué triste...), por lo que al final nos convertimos en una especie de consultores sobre juegos. Para todos aquellos que tengan niños en edades cercanas a las de nuestros hijos, inicio aquí una serie de artículos sobre videojuegos estupendos.

De momento trataré sólo juegos de cierto presupuesto y duración, no los llamados casual. La lista es:

Minecraft
Para PC, Mac, XBox 360, PS3 y tablets Android e iOS. PEGI 7, aunque admite menor edad según el modo de juego que se use.
Ver guía de Minecraft
Series LEGO
Para PC y consolas varias. PEGI entre 3 y 7, dependiendo del título.
Ver guía de LEGO
Skylanders
Próximamente.
Disney Infinity
Próximamente.

Guía para padres sobre videojuegos: Minecraft

Si no conoce Minecraft ya sabemos algo: no tiene ni papa de videojuegos y estas guías son para usted. Minecraft es muy conocido, y un auténtico juegazo. Es tan conocido que incluso LEGO ha creado una línea de construcciones temática.

El Juego

Trata de un mundo 3D que se puede recorrer libremente. Tiene árboles, mares, ríos, rocas, tierra, plantas, cascadas, lava, viejas minas, animales... Su hijo podrá explorarlo y manipularlo. Podrá talar árboles, construir casas y jardines, cultivar, criar ganado, asar filetes, hacerse sus propias herramientas, domar caballos y cabalgar con ellos... ¿Y es suficientemente grande como para cubrir muchas horas de juego? Pues es... Enorme. No, enorme no: enooooooooooooooooooooooooorme. ¡Es mayor que la superficie terrestre! Mucho para explorar, ¿no cree? Además, Minecraft genera un mundo nuevo, aleatorio, en cada partida. Cada mundo es diferente al anterior. O sea, que imagine las horas que da eso...

Tiene varios modos de juego. Los dos principales son el creativo y el modo supervivencia. El creativo permite a los niños construir lo que deseen. El juego se vuelve una especie de LEGO a lo bestia. Hay gente que construye estadios, ciudades enteras, monumentos...

El segundo modo es supervivencia. En él los jugadores tienen recursos limitados, y deben obtener todo lo que necesitan del entorno. Imaginen que despiertan en un mundo desconocido, con sus árboles y montañas. ¡Deben sobrevivir! Eso es el modo supervivencia. Buscar un refugio, conseguir madera, hacerse una mesa de trabajo, una horno de piedra, obtener algo de carbón o leña para calentar comida, cazar, cultivar, extraer hierro de las montañas. Aprovechar los días y, luego, al caer la noche... Meterse en la cama mientras los monstruos acechan en el bosque. ¡Una aventura extraordinaria! Desde luego, el modo supervivencia da la opción de elegir el nivel de dificultad. Para los más pequeños está el pacífico, sin monstruos.

Beneficios de Minecraft

Cosas muy positivas de Minecraft para los niños (y no tan niños):

  • Potencia la visión espacial.
  • Dispara su creatividad. En modo creativo pueden hacer casi lo que se les antoje, sobre todo edificios enteros con su mobiliario y luego recorrerlos.
  • Enseña a establecer prioridades. En el modo supervivencia deberán usar su sentido común para establecerlas. Todos sabemos que, por mucho que nos guste, decorar una casa no es lo más importante cuando rondan monstruos cerca.
  • El modo supervivencia (y no digamos el hardcore, que es un supervivencia de una sola vida) fomenta la toma de decisiones críticas en momentos de tensión. ¿Te caes a una sima profunda? Pues ya puedes pensar rápido, ¡porque en cuanto la noche caiga esto se llenará de arañas!
  • Un modo supervivencia en red es cooperativo. Y como todo cooperativo, ayuda a sentar las bases de un buen comportamiento de equipo: reparto de tareas, responsabilidad, ayuda mutua...

Aprender a Jugar

Dado que los primeros pasos en el modo supervivencia pueden ser complejos si su hijo no tiene referencias de otros amigos, considero que lo mejor es que empiece con el modo creativo. Más tarde, cuando alguno de los padres pueda jugar con él, podrían empezar con el modo supervivencia, previo vistazo a un tutorial de inicio. Por lo demás, Minecraft no es un juego complicado en absoluto, pero dada la cantidad de cosas que se pueden hacer en él, el modo supervivencia sí puede requerir sitios web de referencia.

Comprando Minecraft

Está disponible para ordenador (PC o Mac), consola (XBox 360 o PS3), tablet (Android, iOS) y otras plataformas (FireTV y Raspberry Pi, que si no saben lo que son créanme que ni falta que les hace). Mi recomendación absoluta es ordenador personal, ya sea PC o Mac. El resto, aunque son más baratas, tienen muchas menos opciones. Muchísimas menos. Salvo que no tengan un PC o Mac disponible, en cuyo caso las otras están bien, les recomiendo sin ningún lugar las de ordenador personal.

En el caso de adquirir la versión para PC, Minecraft no está disponible en tiendas. Hay que adquirirlo directamente en el sitio web de Minecraft. Para tablets, por supuesto, en las tiendas correspondientes: AppStore, PlayStore, etc. En el caso de las consolas, sí lo hay en tiendas de juegos.

La licencia de Minecraft para PC o Mac, que es la que recomiendo, cuesta algo menos de 20 euros. No es un juego caro. Aún así, disponen de una versión de demo que permite jugar 100 minutos. Lo mejor, ya sea en modo demo o con licencia, es que permanece actualizado: si mejoran el juego, tranquilo porque la última versión se descarga automáticamente. No tiene pinta de que vaya a haber nunca un Minecraft 2 ni cosas por el estilo. El precio para tablets es de 5'49€. En el caso de las consolas, viene a costar unos 20€, igual que la de PC.

Conclusiones

Minecraft es espectacular. Recomiendo, si se tienen dos ordenadores, instalarlo en ambos y adquirir dos licencias: juntas valen menos que un triple A recién publicado. Un juego entre padres e hijos es enriquecedor para ambos: mejora la relación, crea vínculos extraordinarios y permite compartir experiencias fantásticas. Si se tienen dos niños, además, permite que jueguen juntos y colaboren... ¡por el bien de su supervivencia!

Con más de 12 millones de jugadores, créanme si les digo que Minecraft es una experiencia digna de ser vivida. Si a sus hijos les gustan los videojuegos y eso de los tiros creen que no es adecuado, Minecraft es su juego. Y si pueden compartir la experiencia con ellos, el nivel de complicidad con sus hijos crecerá de lo lindo.

Que lo disfruten.

jueves, 5 de junio de 2014

Democracia

Vaya por delante, para dejarlo claro y que no se me atribuyan ideologías que no son, que yo soy republicano. Ni de izquierdas ni de derechas, pero sí republicano. No es que el Rey me caiga mal, ni el resto de la Familia Real. Soy republicano porque no sé por qué un señor tiene más derecho que yo a ocupar un puesto cualquiera, por muy hijo de su padre que sea. Ni hay más argumentos ni falta que hacen. Me da igual que tener Rey sea más caro o barato que un Presidente de la República. Me da igual si la formación que reciben es mejor o peor. Todo eso me da igual ante el hecho fundamental de que se trata de una situación de clara desigualdad amparada por la ley.

Pero, por encima de republicano, soy demócrata. Eso significa que acepto que en las Cortes hay unos señores que hemos elegido entre todos. Si hay más con ideas que me gustan, me alegro. Si no, pues no me alegraré tanto, pero lo acepto. Lo acepto porque soy demócrata, porque considero que tengo tanto derecho a opinar como quienes opinan de forma diferente a mí, y porque creo firmemente que esa gente que vota otra cosa es tan lista como yo, tan maja como yo y tan importante como yo. Tiene mis mismos derechos y merece que su opinión se tenga en cuenta igual que la mía.

Existe un procedimiento para establecer la sucesión de la jefatura del estado. Ese procedimiento pasa porque los españoles elijamos si nos gusta el nuevo monarca o no, si bien no directamente, sí a través de nuestros representantes. Y, si ese procedimiento existe, me pregunto, ¿a qué viene ahora manifestarse para pedir un referéndum? La pasión española por las manifestaciones, que solo compite en afición con el fútbol, ya raya el folclore. Nos manifestamos por todo. Pero lo que me parece espeluznante es manifestarnos pidiendo democracia cuando lo que hacemos es no aceptar el resultado de la misma.

Asumamoslo: los monárquicos ganan. De un 70% de popularidad en años previos a la crisis, nuestro monarca ha pasado a algo más de un 50% en su peor momento. Eso, con el Rey: Felipe tiene bastante mejor imagen hoy día. Así pues, pedir un referéndum que me parece claro que vamos a perder es una tontería, pero más lo es si hay mecanismos constitucionales para cambiar las cosas y no tiramos de ellos... porque no podemos. Porque el republicanismo es aún minoritario. Porque las elecciones, tanto que se cacarea del fin del bipartidismo, las ganó el PP, que junto al PSOE apoya al Rey en este aspecto. En las últimas elecciones, en las que peor parados han salido, suman casi el 50% de los votos. Me guste o no a mí, les guste o no a los manifestantes, casi la mitad de los votantes ha elegido esos representantes. Si no gusta a los votantes del resto de partidos, me parece fenomenal y lógico, pero de ahí a creerse de pronto adalides de la democracia exigiendo un referéndum solo porque quienes ganan tienen ideas diferentes, no amigos: eso no. Eso es de todo menos democrático. ¿Se manifestarían exigiendo una consulta si estuviésemos en un sistema republicano y llegase el momento de elegir presidente? ¿Querrían preguntar si se quiere cambiar el sistema por una monaraquía?

En democracia, las derrotas se asumen, las decisiones que se toman contrarias a nuestra opinión se asumen. Se asumen o se lucha por ellas con los mecanismos correspondientes, pero siempre teniendo en cuenta y respetando la opinión de la mayoría. La mayoría, nos guste o nos pese, ha hablado. O hablará en breve en una votación de ratificación del nuevo Rey. Eso es democracia. Manifestarse cada vez que algo no nos gusta empieza a ser una mala costumbre.

Harina de otro costal es si realmente quienes se sientan en las Cortes me representan como es debido. Creo que es evidente que se hace necesaria una reforma de las reglas que rigen la elección de nuestros representantes: la ley electoral. Pero resulta que en las últimas generales, en 2011, ¡más de un 70% de los votos válidos fueron al PP y el PSOE, que no llevan en su programa ninguna reforma de esa ley! ¿De qué nos quejamos? Esa necesidad de cambio de la ley es mi opinión. Creo que es la mayor prioridad ahora mismo en España, porque de ella depende la elección de prácticamente todos aquellos que trabajan en decisiones que afectan a nuestro futuro y el de nuestros hijos. Evidentemente, las prioridades de un 70% de los españoles fueron otras diferentes a las mías a la hora de votar. Ese 70% de votantes no es gente estúpida que no tiene dos dedos de frente: es gente como yo. Y a la aceptación de su elección, por mucho que pueda pesarme, se le llama respeto. Y eso es democracia.

El acto de votar es un mecanismo democrático, no la democracia en sí. La democracia es mucho más. Un país no es más democrático por votar absolutamente por todo. Un país que vota por todo es, simplemente, ineficaz, no más democrático. Quien pide un referéndum o unas elecciones anticipadas o cualquier organización de un sufragio no es más demócrata por ello que quien acepta las reglas, igualmente democráticas, que rigen el sistema representativo, que para colmo es mucho más eficaz.

La democracia es aceptar que otros piensan diferente, tienen prioridades diferentes y votan diferente. Es aceptar que si la mayoría piensa de otra manera se hace lo que ellos dicen, siempre que con ello no violen mis derechos fundamentales. Y si creo que se violan, hay mecanismos para quejarme. La democracia es el uso de esos mecanismos del sistema que nuestros padres (Rey a la cabeza) diseñaron en un momento crítico de nuestra historia, para hacer lo que queremos. Pero cuidado: hacer lo que todos queremos no es hacer lo que quieres tú y lo que quiero yo, porque tú y yo podemos estar en desacuerdo: es hacer lo que quiere la mayoría. Si no eres parte de la mayoría, ya lo serás, o no, pero tío: sé demócrata. Si no te gusta, lucha por convencer, por salir elegido o por que se elija lo que quieres. Pero ni el repartidor de pan tiene que llegar tarde porque a ti no te gusta lo que piensan los demás, ni tengo que gastarme mis impuestos en pagar un despliegue policial porque quieres invadir la calle para protestar por un resultado democrático al grito de "exijo democracia", que manda narices. Democracia es lo que tenemos. Hemos perdido. Asúmelo.

Nuestros padres fueron demócratas porque priorizaron el acuerdo sobre sus diferencias. Aceptaron que otros tuviesen cabida fuesen del color que fuesen por encima de vencer o quedar mejor en las elecciones. Nuestros padres ganaron o perdieron elecciones por primera vez, porque nunca antes habían votado, y supieron callar y aceptar. Y así nació la democracia en este país: con el acuerdo por encima de la diferencia. Nadie se manifestó por perder. Hoy cacareamos clamando democracia y está claro que no sabemos qué es eso ni qué valores implica. Y tendría guasa que lo que tanto ha costado conseguir muera lentamente al grito de "democracia".

miércoles, 4 de junio de 2014

¡Tecnología en el colegio... ¿al fin?!

Si ha leído más posts de este blog, seguramente se habrá dado cuenta de que apoyo firmemente la idea de que debería enseñarse computación en el colegio. Desde hace algunos años se ha puesto de moda la creación de talleres, campamentos y extraescolares de programación y robótica. La programación suele darse con Scratch, un lenguaje para niños desarrollado por el MIT. La robótica empezó a popularizarse en los colegios gracias a LEGO, que oferta dos soluciones para la formación tecnológica: WeDo y Mindstorms.

He tenido la oportunidad de conocer de cerca dos talleres a los que han acudido mis hijos: uno de Scratch y otro de WeDo. De ambos salieron encantados, sobre todo el mayor (el pequeño aún es demasiado pequeño, creo yo). En el de WeDo, además, tuve que resistirme a sentarme y ponerme yo a toquetear y hacer cosas. Aunque voy a analizar estas dos experiencias y sacaré cierta parte negativa, vaya por delante que cualquiera de estas alternativas es mejor que no tener ninguna. Acercar la computación al colegio es fundamental, y estas actividades, en cualquiera de sus formatos, son un acierto.

¿Qué hay, pues, de negativo? En los dos casos, mis hijos siguieron un tutorial. Al llegar a casa, el mayor quiso enseñarme lo que había hecho con Scratch y fue incapaz, aunque me hice una idea de lo que quería y le eché una mano. Los tutoriales están bien para según qué cosas, pero no me parece el mejor modo de conseguir que aprendan y adquieran ciertas bases. Les gusta ver cómo un avión tiene una hélice que gira a diferente velocidad según lo inclines más o menos, pero ni saben por qué ni tienen idea de cómo hacerlo si no es ejecutando el tutorial.

Podría decirse que cuando hagan muchos irán aprendiendo. Es posible. Pero pasan dos cosas: La primera, que lo dudo. No tengo claro que lleguen a aprender realmente ciertas cosas básicas tras ochenta tutoriales. La segunda, que aunque así fuese, si les dieses cierta información en menos de la mitad de tutoriales aprenderían bastante más. E, insisto, prefiero eso a nada.

Este tipo de actividades entretienen mucho a los chavales. Salen encantados, pero eso no significa que aprendan gran cosa. Además, considero que es una oportunidad perdida de enseñarles conceptos muy útiles, no solo tecnológicos, sino también científicos en general. Si los niños aprenden a programar (no a seguir tutoriales) pueden dar un salto cualitativo en su formación de matemáticas, física, química, biología... De todas esas materias (incluso no científicas, como literatura) se pueden hacer proyectos muy entretenidos.

Se pueden hacer proyectos relacionados con probabilidad, como algún juego de azar. Se pueden hacer sobre cinemática clásica, programando tiros parabólicos con un cañón (¿recuerdan el Kitten Cannon?). Pueden hacer simuladores de configuraciones electrónicas. Incluso algún juego simple de genética (o selección natural). Pueden hacer generadores de palabras y darles estilos, aprendiendo con ello los principios de los diversos géneros literarios o las diferentes formas poéticas.

Pero eso no vale de nada si el niño no sabe programar. Y no sabrá programar si no se le explican ciertos principios básicos. Para que se enseñen esos principios se requieren dos cosas: Una, que la formación sea a un plazo aceptable. Dos, que el profesorado tenga esa formación.

La enseñanza de la programación (o de la robótica, que al fin y al cabo tiene un alto componente de programación) debe darse de forma continuada y con un claro objetivo de enseñanza, no de mero entretenimiento. Para ello, lo mejor es que una de dos: o sea una extraescolar dada en condiciones (no es lo que veo de momento en las diversas empresas que he visto por ahí) o forma parte de la enseñanza que proporciona el centro. Hay, por ejemplo, muchos institutos públicos que han introducido en las aulas estas actividades, y se enfrentan en competiciones nacionales e internacionales. Pero no hablamos de talleres o campamentos, sino de una asignatura en toda regla.

De momento me tengo que aguantar con lo que hay. Mis hijos irán este verano a un campamento tecnológico que, pese a no ser lo que me gustaría, es un buen acercamiento de la tecnología a sus vidas. No el mejor que yo hubiese querido, pero es mejor que nada, no hay duda.

En definitiva, señores profesores, directores y personal docente y relacionado: pónganse las pilas. A los públicos, mi enhorabuena, porque veo que hay muchos que llevan algún tiempo adaptándose. No sé si tendrán la mejor formación en programación, pero seguro que sí poseen la pasión por la enseñanza necesarios para aportar mucho a sus alumnos y acercarles a este mundillo. Esos profesores son visionarios, al 100%. Y digo públicos porque, por lo que veo, son los centros donde este tipo de actividades están más desarrolladas. A los privados y concertados, no saben ni lo que se pierden ni el coste que esto tendrá en su alumnado. Hay quien suele criticar el modelo público, pero aquí les llevan ventaja. Mucha.

¡Así que aceleren, señores, que pierden el tren!