Mostrando entradas con la etiqueta redes sociales. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta redes sociales. Mostrar todas las entradas

jueves, 17 de noviembre de 2016

La RAE, la madre de Puleva y el famoseo extremo

Yo alucino. De verdad. Esto ya se sale de mi entendimiento. Cómo puede la gente ser tan manipulable, increíblemente ignorante y falta de pensamiento crítico.

Todo habrá empezado, seguro, con algún cerebrito de Puleva o la empresa de marketing de turno a la que paguen, buscando formas originales de liarla con tal de conseguir salir en los medios. Y, para ello, nada mejor que emprenderla contra la RAE. Porque la RAE, que es patrimonio de todos los españoles y gentes hispanohablantes, qué más nos da la reputación que tenga. Así somos. Como con las chorradas del supuesto machismo lingüístico su reputación ya sufre innecesariamente, estarán acostumbrados. Qué más da. Y en un todo vale, deciden que la primera acepción que el diccionario tiene de "madre" es primitiva o qué sé yo.

Así que llaman a unos cuántos famosos (y a ser posible, madres), les cuentan el asunto y ellos se ofrecen tan pichis para la campaña, haciendo un vídeo para firmar una petición (qué moda ésa, oye) que inste a la RAE a cambiar la definición de la palabra "madre". Espero que, al menos, cobren, porque si van a demostrar la misma estupidez supina que los firmantes, que lo hagan ganando algo.

El DRAE tiene varias acepciones para "madre", y esa es la primera. Seguramente les guste más la tercera. En cualquier caso, todas valen para según qué usos, porque para eso están las acepciones. Pero para qué vamos a mirar el diccionario: no lo hacemos desde que nos obligó algún maestro plasta en el colegio y, desde entonces, apoyamos quitar horas lengua en favor de inglés porque para qué puñetas quiero yo hablar bien español pudiendo lucir en pitinglish. ¡Ah, que son famosos en un vídeo! Oye... Pues cómo no van a tener razón ellos, claro. Para qué vamos a preguntarnos si será verdad lo que dicen los medios: eso sería tener un mínimo de pensamiento critico. ¿Ese logo de Puleva? Ni lo había visto. Y si lo he visto, da igual, porque lo dice "la Carbonero" y esa fijo que sabe de eso.

Y no, Vicky, querida: la RAE no conoce a tu madre ni falta que hace, porque no se trata de describir a tu madre, sino a lo que significa la palabra "madre". No se trata de definir a la madre del vecino, sino el concepto que expresa la palabra. Entonces veo que las propuestas de definición incluyen "única", "valiente", "extraordinaria"... Tome nota la RAE: las madres que no sean valientes, no son madres. Y si no son extraordinarias, tampoco. Eso sí: que hayan parido o ejerzan las funciones de una madre da lo mismo. Es que... ¡¿En serio?! ¡¿Pero alguien en su sano juicio puede pensar que si la RAE introduce algo así en la definición estará cumpliendo con su función?! ¡¿Pero qué le pasa a toda esa gente, a esas casi 15.000 personas?! ¡¿Lo están diciendo en serio?!

A este paso, los hechos me forzarán a caer en el pesimismo social y el españolismo negativista de Pérez-Reverte. Y me resisto.

Antes me negaba. Ahora como mucho me resisto.

martes, 19 de julio de 2016

Y llegó Pokèmon GO

¡Aquí está, ya llegó! Sí, amigos, el gran juego del verano. Gente paseando por las calles sin mirar por dónde pasa, buscando Pokèmons como adictos al chocolate caliente. Allá van: pasean, conducen, vuelan de un sitio a otro cazando bichejos raros que se encuentran por la calle, en el bosque, junto al lago... Pokèmon GO es la sensación veraniega, y tiene buenos motivos para ello. Es original, explota como nadie antes la geolocalización, está currado y, aunque sus servidores van de pena y se desconecta cada dos por tres, hay que reconocer que el sistema está curradísimo.

Y a mí, además, los pokèmon me gustan, qué se le va a hacer. Sobre todo, Lapras (en la imagen), con quien he ganado innumerables combates en Pokèmon TCG Online. Aún no lo he cazado en GO, pero lo haré. Es de agua: en cuanto me vaya a la playa habrá porrón de ellos.

Evidentemente, y como en todo producto novedoso, las críticas no se han hecho esperar. Para empezar, que la gente, como en toda novedad tecnológica también, no sabe controlarse y ser responsable ante la novedad. Pero claro: que dos chavales hayan entrado en una zona restringida de una comisaría, sabiendo que en España hay decenas de miles de jugadores es anecdótico. pero es la anécdota que se cuenta. Es normal: hay espacio para noticias y hay que rellenarlo con algo. Además, no está de más que la gente tenga conciencia de lo que le puede pasar si no es responsable.

Luego están los criticones. Esos que dicen "cuidado, que los pederastas pueden usar el juego para atraer niños". Hombre, a ver... Yo dejo a mis hijos recorrer un trecho con mi móvil, pero siempre a mi vista. Dar un paseo con el móvil en mano es una pasada, porque oye ¡no se quejan! Mis hijos se quejan cada 10 metros pero, con el jueguecito tonto, recorren kilómetros pasándoselo pipa. Pero siempre a mi vista. Si no, la culpa no es sólo del pederasta: también lo es del irresponsable del padre de los niños a los que dejan trotar por donde quieran sin miramientos.

Por lo demás, Pokèmon GO es un pasote. Muy entretenido. Bien diseñado. Fomenta caminar y hacer ejercicio. Fomenta conocer sitios nuevos, recorrer mundo. Los pokèmon no están todos en el mismo sitio: los de agua están cerca de agua y los de tipo dragón cerca de lugares turísticos, por ejemplo. Además, sobre el nivel 5 se agotan las pokeball, y hay que ir a por nuevas en los centros Pokèmon. ¿Dónde están? En lugares de interés, por lo que se anima a los jugadores a conocer lugares icónicos de su ciudad que no conocen. Maravilloso.

Voy a hacer una guía rápida para papis y una más avanzada para todos. Que lo sepáis. Entre mañana y pasado las tenéis.

¡Hala, a caminar se ha dicho!

lunes, 13 de junio de 2016

La responsabilidad de publicar

Solemos quejarnos de la forma en que el periodismo ha ido perdiendo credibilidad, publicando sin informarse lo suficiente. Llega el becario de turno, pensamos, y mete una noticia que no está corroborada. Y pensamos en cómo puede ocurrir tal cosa. Son medios profesionales, de gran experiencia, y cometen ese tipo de errores. Y pensamos que uno ya no se puede fiar ni de los periódicos.

Un día, nos llega un correo sobre los números en la base de un tetra brick y lo reenviamos. Y recibimos otro sobre la chirimoya y su capacidad para curar el cáncer y lo pasamos a nuestros amigos porque hay que ver qué malas son las corporaciones. Y luego resulta que en el municipio hay una banda que secuestra niños en las salidas de los colegios, usando una furgoneta verde, negra, blanca o vete tú a saber. Y la policía, el ayuntamiento y el colegio tienen que andar desmintiendo chorradas. Y así, uno tras otro, te van mandando mensajes que no son reales, comúnmente denominados "hoax". Llegan al correo e, incluso, al grupo de Whatsapp que hay para los padres de la clase que, digo yo, no está para para eso. Claro, que casi nadie lo usa para lo que es. Y va la gente y los reenvía. Con dos narices.

Uno debe tener claro que, si publica algo, ya sea reenviándolo, colgándolo en su muro de Facebook, twiteándolo o poniéndolo en el grupo de Whatsapp de turno, se hace responsable de eso que publica. Da igual que no lo haya escrito: su difusión es su responsabilidad. Hay mil formas de asegurarse de que un hoax lo es. Y otras mil de asegurarse de la veracidad del mensaje. No podemos decir "pues lo reenvío" con la tranquilidad de que el otro verá si lo cree o no.

Internet es maravilloso. No permite llegar potencialmente a millones de personas sin necesidad de ser una gran empresa o disponer de presupuestos multimillonarios. Es un gran poder y, como todo gran poder, conlleva una gran responsabilidad.

Así que, por favor, sean responsables.

lunes, 12 de mayo de 2014

La sociedad que nos espera este siglo

Esta mañana cogí el tren para ir a trabajar, como cualquier día. Como siempre, disfruté del viaje. Suelo sentarme junto a la ventanilla y miro el paisaje. Luego, cuando alguien se sienta a mi lado, charlo y me entero de las noticias. Que si los resultados de las elecciones, que si la que se ha liado en Barcelona, que si un huracán en La Habana...

Pero hoy no se ha sentado nadie a mi lado durante largo rato y me ha dado por mirar el tren y la gente que viajaba conmigo. Me he encontrado con que nadie hablaba. Antes todo el mundo charlaba, pero ahora todos quedan absortos en su sórdida tarea, que parece que repiten como tontas máquinas industriales, sin hacerse caso unos a otros: la lectura del diario.

"¿Están los diarios y su lectura aislándonos?", pensé. La gente ya no habla en los cafés: lee el diario. Hay padres que no hacen caso en el desayuno a sus hijos: en su lugar leen el diario. El otro día fui a un restaurante y en la mesa de al lado una pareja estaba absorta en la lectura de sus diarios en vez de mantener una conversación. ¿A dónde vamos a ir a parar?

Hasta ahora, veía a los ricos comprar esos cuadernos llenos de noticias que sólo les interesaban a ellos. Pero claro, con esto de que han llegado las máquinas y pueden imprimir tropecientos de una sentada, nos invaden los diarios. Los ponen baratos y todo el mundo compra uno. En vez de mantener la sana costumbre de conversar, la gente lee sus diarios.

Está bien leer, pero claro: con cierta moderación. Yo tengo libros de mi abuelo, incluso, y los mantengo y los leo. Pero o los leo cuando estoy solo, no como un sobrino mío, que estando el otro día en una comida familiar coge, comenta a mi hermano una noticia y saca el diario. ¡Y va mi hermano y se pone a mirar la noticia con él! Durante un rato los demás continuamos con nuestra conversación sobre el fútbol.

El fútbol... Otra cosa que tiene su aquél. Acaban de crear la Federación Española de Clubes de Fútbol o algo así. Dicen que en otros países tienen cosas parecidas. No voy a explicar de qué va eso, porque seguramente ya hayan oído ustedes hablar del deporte de moda. Los futbolistas, esos señores que dan patadas a un balón, resulta que ahora puede que cobren por ello. Mi hijo no hace más que irse con los amigos a la calle a jugar. Hombre... Un rato me parece bien, pero al final eso es una pérdida de tiempo. Como me decía un señor el otro día en el tren (uno de esos que conversa, no se aísla con un diario), los niños ahora ya ni trabajan ni nada: sólo piensan en el fútbol, y quieren salir a jugar en cuanto pueden. Entran en casa y lo primero que hacen es preguntar dónde está el balón. Un día lo tiro a la basura. ¿Qué ejemplo es ese para los niños, el de unos señores que ganan dinero por no hacer nada?

Eso, claro, si no se aíslan en el salón leyendo libros fantasiosos de ese tal Verne, que hablan de imposibles como ir a la Luna, en vez de hacer literatura como Dios manda, realista, que hable de los problemas de la gente y no de patochadas.

De todos modos, los jóvenes ahora lo tienen tan difícil que entiendo que haya adolescentes que no tengan interés por estudiar. Con todo esto de la industrialización del siglo pasado, y ahora con el petróleo y la electricidad, la gente se queda sin trabajo con facilidad. Ahora las máquinas lo hacen todo: con el automóvil, ya no hace falta gente que cuide los caballos, que acabarán por desaparecer. ¿A cuánta gente despedirán los servicios postales? Y, según dicen, en América ya hay una fábrica de coches que llaman "en cadena", donde un coche se fabrica con menos gente y más rápido. ¡Y el resto a la calle! ¿Quién espera ese tal Ford que le compre los coches si la mitad de la gente se queda sin trabajo? Los ricos, claro... Al final los coches serán cosa de ricos, los fabricarán máquinas y todo el resto de personas a la calle, sin poder ganar dinero ni para comprar el pan.

Nos creemos que somos dioses, jugando con la naturaleza, como esos hermanos americanos que ahora resulta que dicen que pueden volar con una máquina (cómo no) llamada aeroplano. ¿Imaginan, gente volando como si fuesen pájaros? ¿Han visto algo más antinatural? Entre tanto, en Reino Unido en breve fletarán un trasatlántico en que podrán ir más de tres mil personas. Nos creemos que podemos saltarnos cualquier norma y hacer lo que nos venga en gana con máquinas, y no es así.

Hemos estrenado siglo hace poco más de una década y no sé ya qué más hace falta para que la gente se dé cuenta que tenemos que cambiar algo o esta sociedad se irá a paseo. De ello depende que nuestros hijos puedan formarse y encontrar buenos trabajos en el futuro. Que siquiera puedan buscarlos, si es que una máquina no les quita el puesto. Hay que enseñarles a conversar, y evitar que se tiren el día con diarios y fútbol, que parece que ahora es lo único que hay. Y no me malinterpreten: no estoy contra el progreso. El alumbrado público con electricidad es estupendo. El progreso tiene cosas muy buenas para todos, pero con moderación. No podemos permitir que leer un diario o hablar por teléfono nos haga perder esa sana costumbre que es mirar a los ojos a otra persona y conversar. Y no he hablado del teléfono, que como siga extendiéndose hará que ya no tengamos ni que salir de casa para hablar con gente.

Aviso a navegantes despistados: sí, es ironía.

este texto está basado en lo que era la sociedad de 1910 a 1913. Supongo que habría gente que pensaría así. Sustituid "diario" por "móvil", "fútbol" por "videojuegos", los libros de Verne por cualquier autor de fantasía, ciencia ficción o cómics (a los que a este paso nunca darán un Nobel de literatura: ya escribiré sobre eso) e "industrialización" o "máquinas" por "tecnología" y tenéis un típico discurso anti-tecnológico y catastrofista de hoy. Como siempre, al final todo es una cuestión de educación.