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viernes, 28 de octubre de 2016

Reactivando mi vida

Dije que no escribiría en un mes y, salvo cierto post puntual, así ha sido. No me planteaba que fuese un mes exactamente, pero acabo de ver la fecha del post en que lo dije y sí: un mes y un día, oye. Qué puntería.

Se me ha pasado rápido, y no tengo claro que haya resuelto el 100% de las cosas que necesitaba solucionar en mi cabeza, pero bueno... Voy arrancando de nuevo. En general, estoy contento. Echo de menos, eso sí, más acción social. Echo de menos dedicar algo de tiempo, de ese tiempo que no tengo, a echar una mano en campos que considero importantes o de mi interés. Uno de ellos es, todo lector de este blog lo sabe, la educación en computación. En general, en cualquier ciencia o tecnología, porque me parece que no se enseñan bien, pero en computación especialmente. Y, además, me gusta promover la igualdad de género, porque la mujer, nos guste o no, sufre cierto grado de discriminación hoy día.

Así que la causa de enseñar a niñas a programar me atrae muchísimo. Por eso sigo las actividades de iniciativas como Girls make games o Girls who code.

En Estados Unidos, he leído repetidas veces, las niñas comienzan a decantarse por otras disciplinas en la adolescencia. Lo trágico es que, entre sus motivaciones, está que piensan que los chicos lo hacen mejor y que no está bien visto entre sus compañeras. Muy triste, ¿no? Yo pensaba que eso era sólo por allí, al otro lado del charco, pero resulta que hoy leo en El Mundo que aquí también pasa. Me he sorprendido y preguntado a mí mismo si iniciativas similares a las antes citadas podrían llevarse a cabo en España. Supongo que sí. Y... ya. Punto.

Digo yo que todo el mundo esperaría ahora por mi parte un "venga, va, me voy a poner". Pero soy el tipo de persona que en una iniciativa de ese tipo puede resultar muy útil, pero no del que las empieza. No sabría cómo, ni montar eventillos, ni campus, ni enfrentarme al problema de la falta de material o financiación... ni mucho menos vender la idea. Yo, por ganas, me plantaría en el AMPA o el colegio y les propondría hacer talleres para ellas, las niñas adolescentes. Pero venderlo me cuesta, este colegio es de decir "no" a todo y yo qué sé... Supongo que acabaré mencionándoselo a alguien.

Que las niñas puedan dedicarse a lo que les guste, saberse tan buenas como los chicos y mandar a la mierda a las estúpidas que creen que la tecnología es de tíos creo que merece, aunque sólo sea, comentarlo.

lunes, 11 de julio de 2016

En un futuro lejano, muy muy lejano...

La existencia de la especie humana es más frágil de lo que parece. Sobre todo si nos mantenemos en un único planeta. Una guerra, una epidemia, un cataclismo... Cualquier cosa puede causarnos un gran daño como especie y sumirnos en una nueva "edad oscura", como fue la Edad Media (o eso dicen algunos: yo no estoy muy de acuerdo en esa visión del Medievo).

Como digo, si la humanidad coloniza otros planetas la cosa cambia. Los grandes cataclismos, para empezar, sólo afectarían a uno de los planetas, por lo que nuestra probabilidad de supervivencia se dispararía. Las epidemias serían más fáciles de contener y las guerras, probablemente, tendrían efecto en un porcentaje menor de población, dado que sería raro que se extendiesen por varios planetas. Lo peor es que fuesen conflictos interplanetarios, lo que es relativamente probable que llegue a ocurrir.

Otro riesgo es la existencia de robots inteligentes a los que nos empeñemos en considerar esclavos o seres sin alma. Por que sí: somos así y nos gusta sentirnos superiores. Inevitablemente, si tal escenario llega a ocurrir, tendremos un problema. ¿Soluciones? Que por una vez la humanidad acepte que los robots inteligentes tienen derechos o que, en la lucha, aumentemos nuestras capacidades al menos tanto como ellos. Si aprendemos cómo funcionan nuestros cerebros, cosa a la que se llegará, podremos mejorarlos. Podríamos añadirnos coprocesadores, mejoras para reaccionar más rápido... Y ayudados de exoesqueletos, nuevos materiales y todo lo que estamos viendo hacerse realidad, podríamos combatir perfectamente a unos hipotéticos robots rebeldes. Me temo que la guerra distaría mucho de los escenarios de Terminator o Matrix. Me gusta más la visión de Overwatch.

Así que la humanidad tiene opciones. Muchas. Creo que nuestra probabilidad de supervivencia es alta. Soy optimista. Y creo, además, que estamos cerca de colonizar Marte. Y con "cerca" quiero decir este siglo. De la colonización a la creación de un entorno estable e independiente pasará tiempo: tal vez otro siglo. Así que, así a bote pronto, diría que si no la liamos por el camino y nos ponemos a pegar tiros o misilazos, en 200 años podría haber marcianos de pura cepa, orgullosos de su origen y con ganas de independizarse. No serán aún mayoría, pero los habrá.

Así que, si la guerra por la independencia de Marte (que la habrá, porque a los terrícolas no nos gustará eso de una República de Marte: así somos) la pasamos sin cargarnos media humanidad, nuestra especie habrá dado un gran paso por la supervivencia. Y aunque nos la carguemos, seguirá habiendo humanidad suficiente.

Y habrá robots entre nosotros. Y personas mejoradas. Igual todos lo están. Y seguirá habiendo diferencias sociales, aunque con más derechos, seguramente, lo que es bueno. Para los millones más desfavorecidos, esperan largos periodos hacinados en los puertos rumbo a Marte, que esperará inmigrantes como el llover. Intuyo que muchos de esos desfavorecidos serán robots.

Y así será hasta el siguiente gran cambio: el primer contacto con inteligencias de allende el espacio interestelar. Alienígenas.

De lo que no nos damos cuenta es que todo eso, que es probable que ocurra, lo afrontaremos mejor o peor según la posición de la que partamos. Cuando llegue el momento de lidiar con alienígenas, no es lo mismo ser los más desarrollados que los menos. Para los nativos americanos, desde luego, la cosa habría sido "un poquito" diferente si Pizarro hubiese tenido que lidiar con tanques, ¿verdad? Y ese desarrollo tecnológico es exponencial. Cada recurso que perdemos hoy son miles y miles, tal vez millones de recursos de desventaja cuando llegue el momento de la verdad y tengamos que tomar posiciones en una galaxia que, seguramente, está bastante más poblada de lo que pensábamos hace 50 años.

Ahora, pongámonos en situación de una máquina diseñada para elaborar estrategias de futuro para nuestra especie. Deshagámonos de toda humanidad. Olvidemos la pena o alegría de las muertes o las desgracias propias o ajenas. Pensemos de manera egoísta, como estrategas de una especie que se la jugará tarde o temprano. ¿Qué veríamos? Yo veo que toda esa gente que pasa hambre en el mundo, son recursos sin aprovechar. Que no hacemos trabajo en equipo alguno. Veo que estamos perdiendo el tiempo porque no tenemos un enemigo ahí fuera. Ese enemigo que no vemos, pero probablemente está. Y que nadie me venga con que serán majetes, espirituales y toda esa monserga: serán como nosotros y, gracias a eso, habrán sobrevivido. Se habrán caneado entre ellos todo lo posible y buscarán sacudirnos en favor de su hegemonía, porque, igual que nosotros, será su forma de llevar las relaciones con desconocidos.

Veo que pasamos tres pueblos del desarrollo de África o zonas de Sudamérica y Asia porque creemos que eso no es cosa nuestra pero no tenemos en cuenta que, si todo eso estuviese desarrollado tanto como occidente, el nivel tecnológico, cultural y económico de nuestro planeta sería BESTIAL.

¿La buena noticia? Que, probablemente, a esos que están ahí fuera les pasa exactamente lo mismo. Igual que en la Historia las culturas que más se desarrollaron fueron las que estaban junto a otras culturas, en esta futura historia pasará lo mismo. Seguramente, las dos culturas que se encuentren primero se desarrollarán mucho. Sí, claro: se pegarán, se zurrarán de lo lindo... Pero se desarrollarán.

Tal vez, en contra de lo que está de moda pensar hoy día, que no es bueno mandar mensajes ahí fuera por si vienen, sea lo contrario de lo que deberíamos hacer. A lo mejor mandar "emisarios" es una buena idea, para que vengan. Aunque lo más conveniente suele ser conseguir información, no darla. Sea como sea, tenemos las mismas probabilidades de estar tecnológicamente más retrasados que de lo contrario. Y, por ello, las mismas razones para ser optimistas que pesimistas sobre nuestro primer encuentro.

En cualquier caso, no estaría nada mal añadir un motivo más a nuestra lista de razones para combatir la pobreza en el mundo. Esa gente que pasa hambre está en nuestro barco. Está de nuestro lado. En esas regiones hay mentes que podrían descubrir curas, desarrollar motores, observar las estrellas. Toda esa gente trabajando con la capacidad de producción que tenemos en España es mucho dinero, mucha financiación y mucho desarrollo que nos podría llevar más lejos más rápido. Esa gente tiene algo en común con nosotros. Y la cosa cambia mucho cuando se piensa. Solemos razonar con la mente limitada a la Tierra, pero el Universo es mucho mayor. Eso que tienen en común es que son terrícolas.

Y nosotros también. Pensemos un poco, sólo de vez en cuándo, como terrícolas. Nuestro futuro puede depender de ello.

viernes, 6 de mayo de 2016

¿Sabe la gente cuánto ganas?

Hace algunos años ya, más de diez, un compañero de trabajo y yo tuvimos una interesante conversación sobre las negociaciones con los jefes referente al salario de uno: pedir una subida o no, cuánto pedir cuando se va a un trabajo nuevo... Uno de los problemas es que a uno le falta información sobre lo que se gana, en general, en un puesto para el que va a ser contratado. Hay webs y sitios donde esto aparece, pero se basan en estadísticas donde, tal vez, se participa más cuanto más se gana, lo que desvía al alza los datos. Independientemente de eso, la conversación cambió mi vida por una simple cosa: me dijo cuánto ganaban él y nuestro jefe.

En Finlandia, Suecia y Noruega, lo que tributan los ciudadanos es público

Que él dijese cuánto ganaba está socialmente mal visto. Que diga lo que gana el jefe, peor aún, claro. Sin embargo, siempre me he preguntado por qué. La razón, supongo, es que es un sentimiento común el rechazo a que los demás sepan algo así de uno, ya sea porque consideramos que ganamos poco, así que preferimos que no se sepa, o porque ganamos más, y decirlo puede sonar a lucimiento personal. Sea como fuere, no está bien visto socialmente.

Y estoy en contra. A mí me ayudó mucho, y en las dos negociaciones siguientes para nuevos puestos de trabajo casi dupliqué mis ingresos. Que otros compañeros en puestos similares al mío sepan lo que gano creo que puede ayudarles, como a mí saber lo que ganan ellos. Si gano más, ellos sabrán que pueden mejorar y negociar mejor. Si es al revés, lo sabré yo. E, independientemente de eso, el que más gana tendrá una inyección de moral. Y si ganamos lo mismo, sabremos que podemos sentir que ganamos lo aparentemente justo o, cuando menos, lo que el mercado parece establecer.

Todo esto viene a que, en el mundo, yo no lo sabía, pero hay cuatro países que han hecho públicas las declaraciones tributarias de sus ciudadanos. Son Finlandia, Suecia, Noruega y... Pakistán. En Noruega, concretamente, se puede ir a una web y buscar cuánto ha tributado otro ciudadano cualquiera. Eso sí: desde hace dos años las búsquedas también son públicas. O sea, que si yo busco lo que gana alguien, ese alguien lo sabrá.

Y me parece maravilloso. Imaginen que se hacen públicas las finanzas de todos los españoles. ¿Qué consecuencias tendría? Pues, según mis conclusiones y las de varios estudios basados en la experiencia de Noruega, Suecia y Finlandia, las ventajas son muchas:

  • Los trabajadores pueden saber cuánto gana gente que trabaja en lo mismo que ellos, mejorando su satisfacción por un buen sueldo o dándoles argumentos para reclamarlo.
  • Estadísticamente, la felicidad de la gente en estos países ha aumentado, sobre todo en las rentas altas.
  • En estos países, la evasión fiscal se ha reducido tras la implantación de cuentas públicas.
  • Permite que haya servicios que aporten datos sobre salarios y rentas basados no sólo en encuestas, sino en datos fiables y completos.
  • Es un punto crucial en la transparencia de cuentas de los políticos y altos cargos de la Administración.

Así pues, ¡promovamos unas cuentas públicas! Si gana poco, le vendrá bien para saber lo que puede lograr. Si gana mucho, su satisfacción personal mejorará notablemente.

viernes, 4 de marzo de 2016

El activismo impertinente

Acabo de leer un post muy interesante de Jorge Matías titulado "No molestes". Me parece interesante, porque leer el razonamiento de alguien con quien no se está de acuerdo siempre es más interesante que el de alguien con quien coincides. Y no: no estoy en absoluto de acuerdo con el citado autor. Según él, "[Rita Maestre] pidió perdón al Arzobispo por [asaltar una capilla católica], convirtiendo así a activistas como Rosa Parks en señoras terriblemente maleducadas".

Parece que plantarse desnudo en un lugar por el que muchos sienten especial respeto es lo mismo que sentarse en un autobús reivindicando el derecho de la igualdad de trato. Rosa Parks no necesitó molestar a quienes no debía. No se plantó en casa del conductor del autobús, que igual creía en la igualdad, ni necesitó soltar propaganda anti-nada que ofendiese a nadie externo al problema de la segregación racial en Estados Unidos. Ella simplemente dijo "no" a levantarse de un asiento al que tenía derecho. Los ofendidos por ese simple acto sólo podían ser aquellos que querían mantener esa injusticia. Por eso su acto fue extraordinario. Por eso ella no fue una maleducada, por mucho que Rita Maestre haya pedido perdón. Dista un abismo entre ambos actos: el abismo del respeto a quienes no piensan como tú y no te están ofendiendo.

El católico tiene derecho a serlo y que se le respete. Y el laicismo tiene derecho a criticar la presencia de esa capilla. Yo no te ofendo por ser católico y, si lo hago es porque está en ti la ofensa: no hago nada malo contra ti, ni mermo tus derechos, ni te agredo. Simplemente, creo en algo en lo que tú no crees. Si eso es para ti una ofensa, tienes un problema, amigo. Si tú asaltas el rectorado al grito de "¡quiten esa capilla!", realmente no ofendes a nadie que no pinte algo en este asunto. Si asaltas en pelotas lo que para muchos es un lugar sagrado, sí. Y ofendes al creyente por ser creyente, cuando el creyente y sus creencias no te han hecho nada. Y el cura de la capilla tampoco. El rector igual sí (insisto en que no me he informado a fondo sobre el tema): mantiene esa capilla cuando igual no debería. ¿Por qué narices tienes que ofender a los creyentes que no te hacen nada, en vez de ofender a quien te hace el mal directo, esto es, la institución que permite que esa capilla esté ahí?

Combatir ciertos privilegios eclesiales, que los hay, no debe confundirse con combatir la fe. No necesitas ofender mi fe para luchar contra los privilegios de ciertas instituciones religiosas. Montar una huelga para reivindicar derechos ofende a quienes hacen mal las cosas, explotando a sus obreros y sólo a ellos. Sentarse en un sitio para blancos ofende a los que apoyan leyes segregacionistas y sólo a ellos. Plantarse en una capilla en pelotas no sólo ofende a los responsables de la presencia de la misma en la universidad: también a mucha más gente, que igual hasta está de acuerdo con la reivindicación, pero que no te ha hecho nada para que les trates así.

Así que no se trata de ser políticamente correcto: no nos equivoquemos. Se trata de ser correcto con quienes no te han hecho nada. Es lo mínimo. Se llama respeto. Por eso, cuando se dice que, para reivindicar algo "creo que nos podemos saltar ciertas vallas", me temo que no puedo estar más en desacuerdo. Como mucho, te puedes saltar vallas legales que son las que quieres derribar, pero sin ofender a quien no lo merece. Porque, de saltarte más vallas, llegamos a un problema: ¿quién decide qué vallas podemos saltarnos? ¿Tú?

Frank Zappa fue molesto para quienes quisieron imponer cierta censura, y hoy podría hacerlo igual que entonces: no necesitó plantarse en casa de Al Gore en pelotas, afectando tal vez a sus hijos, que no habían hecho nada. Los Monty Pithon podrían estrenar su película exactamente igual, del mismo modo que muchos otros estrenan películas que ofenden a espíritus extra-sensibles, y no pasa nada. Y Holbach podría perfectamente publicar a su libre voluntad, que ni se mete ni ofende a nadie: sólo expresa una opinión, perfectamente respetable, sin insultar, sin llamar a asaltar conventos ni necesitar desnudarse en una iglesia para hacer publicidad de su obra. Opinar no debe ofender, salvo que al opinar agredas la integridad física, las ideas o emociones de los demás de manera innecesaria, máxime si no te han hecho nada. No es lo mismo opinar que Dios no existe que cagarse en las madres de todos los católicos, ¿verdad? Lo primero es opinar, lo segundo es ofender gratuita e innecesariamente.

Y esa diferencia es grande. Se pueden hacer muchas cosas, más allá de las buenas palabras, para reivindicar. Si quieres protestar por la presencia de esa capilla, pon una capilla del pastafarismo al lado y exige al rectorado que te dejen. Serás original, llamarás más la atención y a lo mejor, así sí, podrás comparar tus educados, simples e impactantes actos con el de Rosa Parks.

martes, 9 de febrero de 2016

La lucha por la igualdad

Hoy he leído un post sobre los padres que mencionamos a nuestras hijas cuando hablamos de sexismo. Yo suelo hacerlo en mis posts. Me ha tocado las narices. Para los que entendáis inglés, recomiendo su lectura.

Yo entiendo que quienes mencionan a sus hijas para decir que son el motivo por el que se han vuelto luchadores pro-igualdad, están en el fondo diciendo que antes no lo eran. Vale, bien. ¿Y qué? Para empezar, eso no significa que antes fuesen machistas: sólo que no eran activamente feministas. Y, aún así, ¿y qué si lo eran? ¿Acaso su cambio no es motivo de alegría?

El problema de las luchas por la igualdad, los derechos sociales o contra la injusticia es que a veces acaban siendo una lucha por ver quién es más guay en esto de los derechos. "No mira, es que tú estás de acuerdo con la igualdad, pero yo soy súper-pro y molo más porque doy lecciones a los demás sobre cómo tienen que hacer las cosas". Pero bueno, ¿de qué va la gente?

En mi comentario al post menciono que echo de menos algún artículo o comentario en que una mujer diga algo así como "qué bien: mi compañero, que era un machista de aúpa, ha venido a decirme que ha cambiado de opinión". En serio: ¿no es digno de celebración ganar pequeñas batallas como ésa? ¡No! Porque ha cambiado de opinión debido a que ha tenido una hija: entonces pasa de ser un machista a secas a un padre machista proteccionista. Tócate las narices.

Porque esa es otra: Es cierto que existe la visión de que los padres somos más proteccionistas con las niñas que con los niños. Ignoro si es verdad, porque de momento no percibo tal sentimiento en mí. De hecho, actualmente me siento más luchador por los derechos de mi hijo mayor como gamer que de mi hija. La semana pasada escribí a tres concejales del ayuntamiento de mi pueblo sobre el tema. No me han hecho ni puñetero caso, pero eso es otra historia. La cuestión es que, creo yo, cualquier progenitor, padre o madre, es y debe ser algo proteccionista con sus hijos, pero especialmente con aquellos que sufren o pueden sufrir injusticias sociales. Y, ¡sorpresa! Las niñas sufren más desigualdad que los niños: ¡de eso va todo esto!

La lucha por la igualdad es eso: luchar porque la gente piense que somos iguales y actúe en consecuencia y, así, la sociedad y el sistema acaben siendo igualitarios. Cada "conversión" es una victoria. ¿Por qué hay que machacar a la gente cuestionando sus porqués? Y léase bien: es luchar por lo que la gente piensa, no porque se vuelvan activistas. Si se vuelven activistas, genial, pero no es de lo que se trata. Si un padre tiene una hija y la menciona, igual era un machista o igual no. Igual, simplemente no era activista y ahora lo es. ¿Es un crimen? ¿Es que todo el mundo debe ser un activista social en pos de tus causas? ¿O sólo del feminismo? ¿O de todo... y de nada?

Y es normal, y tenemos que entender que la gente se hace activista porque el asunto le toca personalmente, ya sea porque lo sufre en sus propias carnes, porque lo sufre alguien cercano o porque, simplemente, le ha tocado la fibra. Todos. Quien diga que no, es que no es consciente. La gente lucha por lo que tiene cerca o lo que le ha llamado la atención. No hay muchos feministas que sean activistas por los derechos de los niños con síndrome de Tourette. ¿Por qué? Porque no tienen un caso próximo, seguramente. ¿Es reprochable? No, claro que no. De hecho, hay muchos famosos que sufren una enfermedad y de pronto se vuelven activistas en favor de la causa, como Michael J. Fox con el Parkinson. ¿Creen que algún enfermo de Parkinson le ha reprochado que no se preocupó por la enfermedad hasta que la sufrió? ¡¿En serio?! Y, si dice que es lo que sucedió, que no se preocupó o no fue consciente hasta que la tuvo, ¿alguien escribirá un post sobre "por qué los enfermos de Parkinson no deberían decir que no eran activistas hasta que sufrieron Parkinson"?

Venga, hombre: es absurdo. Cada persona que no trate a las mujeres como si fuesen inferiores o tontas; cada gamer que felicita sabiendo que es una mujer por cómo juega, y no porque [léase con voz idiota] "caray, no sabía que una tía pudiese jugar así"; cada vez que un programador trata a su compañera como una igual, en todos esos casos se produce un pequeño cambio en el mundo. Para bien.

Da igual qué motivos les lleve a ser así: están de nuestro lado. ¿Es necesario machacarles a lecciones?