lunes, 12 de mayo de 2014

La sociedad que nos espera este siglo

Esta mañana cogí el tren para ir a trabajar, como cualquier día. Como siempre, disfruté del viaje. Suelo sentarme junto a la ventanilla y miro el paisaje. Luego, cuando alguien se sienta a mi lado, charlo y me entero de las noticias. Que si los resultados de las elecciones, que si la que se ha liado en Barcelona, que si un huracán en La Habana...

Pero hoy no se ha sentado nadie a mi lado durante largo rato y me ha dado por mirar el tren y la gente que viajaba conmigo. Me he encontrado con que nadie hablaba. Antes todo el mundo charlaba, pero ahora todos quedan absortos en su sórdida tarea, que parece que repiten como tontas máquinas industriales, sin hacerse caso unos a otros: la lectura del diario.

"¿Están los diarios y su lectura aislándonos?", pensé. La gente ya no habla en los cafés: lee el diario. Hay padres que no hacen caso en el desayuno a sus hijos: en su lugar leen el diario. El otro día fui a un restaurante y en la mesa de al lado una pareja estaba absorta en la lectura de sus diarios en vez de mantener una conversación. ¿A dónde vamos a ir a parar?

Hasta ahora, veía a los ricos comprar esos cuadernos llenos de noticias que sólo les interesaban a ellos. Pero claro, con esto de que han llegado las máquinas y pueden imprimir tropecientos de una sentada, nos invaden los diarios. Los ponen baratos y todo el mundo compra uno. En vez de mantener la sana costumbre de conversar, la gente lee sus diarios.

Está bien leer, pero claro: con cierta moderación. Yo tengo libros de mi abuelo, incluso, y los mantengo y los leo. Pero o los leo cuando estoy solo, no como un sobrino mío, que estando el otro día en una comida familiar coge, comenta a mi hermano una noticia y saca el diario. ¡Y va mi hermano y se pone a mirar la noticia con él! Durante un rato los demás continuamos con nuestra conversación sobre el fútbol.

El fútbol... Otra cosa que tiene su aquél. Acaban de crear la Federación Española de Clubes de Fútbol o algo así. Dicen que en otros países tienen cosas parecidas. No voy a explicar de qué va eso, porque seguramente ya hayan oído ustedes hablar del deporte de moda. Los futbolistas, esos señores que dan patadas a un balón, resulta que ahora puede que cobren por ello. Mi hijo no hace más que irse con los amigos a la calle a jugar. Hombre... Un rato me parece bien, pero al final eso es una pérdida de tiempo. Como me decía un señor el otro día en el tren (uno de esos que conversa, no se aísla con un diario), los niños ahora ya ni trabajan ni nada: sólo piensan en el fútbol, y quieren salir a jugar en cuanto pueden. Entran en casa y lo primero que hacen es preguntar dónde está el balón. Un día lo tiro a la basura. ¿Qué ejemplo es ese para los niños, el de unos señores que ganan dinero por no hacer nada?

Eso, claro, si no se aíslan en el salón leyendo libros fantasiosos de ese tal Verne, que hablan de imposibles como ir a la Luna, en vez de hacer literatura como Dios manda, realista, que hable de los problemas de la gente y no de patochadas.

De todos modos, los jóvenes ahora lo tienen tan difícil que entiendo que haya adolescentes que no tengan interés por estudiar. Con todo esto de la industrialización del siglo pasado, y ahora con el petróleo y la electricidad, la gente se queda sin trabajo con facilidad. Ahora las máquinas lo hacen todo: con el automóvil, ya no hace falta gente que cuide los caballos, que acabarán por desaparecer. ¿A cuánta gente despedirán los servicios postales? Y, según dicen, en América ya hay una fábrica de coches que llaman "en cadena", donde un coche se fabrica con menos gente y más rápido. ¡Y el resto a la calle! ¿Quién espera ese tal Ford que le compre los coches si la mitad de la gente se queda sin trabajo? Los ricos, claro... Al final los coches serán cosa de ricos, los fabricarán máquinas y todo el resto de personas a la calle, sin poder ganar dinero ni para comprar el pan.

Nos creemos que somos dioses, jugando con la naturaleza, como esos hermanos americanos que ahora resulta que dicen que pueden volar con una máquina (cómo no) llamada aeroplano. ¿Imaginan, gente volando como si fuesen pájaros? ¿Han visto algo más antinatural? Entre tanto, en Reino Unido en breve fletarán un trasatlántico en que podrán ir más de tres mil personas. Nos creemos que podemos saltarnos cualquier norma y hacer lo que nos venga en gana con máquinas, y no es así.

Hemos estrenado siglo hace poco más de una década y no sé ya qué más hace falta para que la gente se dé cuenta que tenemos que cambiar algo o esta sociedad se irá a paseo. De ello depende que nuestros hijos puedan formarse y encontrar buenos trabajos en el futuro. Que siquiera puedan buscarlos, si es que una máquina no les quita el puesto. Hay que enseñarles a conversar, y evitar que se tiren el día con diarios y fútbol, que parece que ahora es lo único que hay. Y no me malinterpreten: no estoy contra el progreso. El alumbrado público con electricidad es estupendo. El progreso tiene cosas muy buenas para todos, pero con moderación. No podemos permitir que leer un diario o hablar por teléfono nos haga perder esa sana costumbre que es mirar a los ojos a otra persona y conversar. Y no he hablado del teléfono, que como siga extendiéndose hará que ya no tengamos ni que salir de casa para hablar con gente.

Aviso a navegantes despistados: sí, es ironía.

este texto está basado en lo que era la sociedad de 1910 a 1913. Supongo que habría gente que pensaría así. Sustituid "diario" por "móvil", "fútbol" por "videojuegos", los libros de Verne por cualquier autor de fantasía, ciencia ficción o cómics (a los que a este paso nunca darán un Nobel de literatura: ya escribiré sobre eso) e "industrialización" o "máquinas" por "tecnología" y tenéis un típico discurso anti-tecnológico y catastrofista de hoy. Como siempre, al final todo es una cuestión de educación.

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