lunes, 28 de septiembre de 2015

La emoción del gamer

Lo confieso: este post es para mí. No interesará a nadie, pero vivencias así hay que contarlas.

Para quien no lo sepa, Hearthstone es el juego ideal para padres frikis cuarentones como yo. No tenemos los reflejos de los niños de 22 años y tampoco queremos ponernos a gastarnos pasta en una colección de cartas interminable. Hearthstone es un juego de cartas virtuales: se juega en PC y tablet (ideal para las veladas frente a tele con tu mujer, cuando los niños ya duermen) y tiene la enorme ventaja de que jugando suficientes horas acabas consiguiendo lo que otros logran en 5 minutos pagando.

Y el otro día me ocurrió algo maravilloso. Disfruté de la emoción de ser gamer: como ver un partido del equipo del que eres forofo, pero siendo tú el protagonista.

Llevaba muy mal una partida...

Su héroe, todavía con 25 puntos de vida. El mío con 10. Él, con tres esbirros en el campo de batalla, cada uno con 1 punto de ataque. Yo con tres, sumando 9. Él, con un arma de 1 punto de daño. Yo con otra. Los dos disponemos de 10 puntos de maná para jugar cartas (jugar una carta cuesta maná).

Su turno.

En su mente solo está acabar con mi héroe. Necesita hacerme ataques por la suma de 10 puntos. No piensa en otra cosa. No necesita atacar a mis esbirros: tiene margen de sobra. Con hacerme 5 puntos este turno y otros 5 el siguiente, acaba conmigo. Yo necesitaría hacerle 25 en un solo turno. Imposible.

Pero él quiere acabar este turno. En su mente calcula las opciones, mira las cartas de su mano, suma los puntos de ataque. ¡Debería poder hacerme 10 puntos!

Lo que él no sabe es que yo llevo tiempo guardándome dos cartas maravillosas: Dos copias de Campeón bendito, que duplican el ataque de un esbirro. Tengo tres esbirros: uno con 5 de ataque y otros dos de 2. Si aplico un campeón bendito al esbirro de 5, le duplico el ataque a 10. Si le aplico el segundo, se lo subo a 20. Con mis dos esbirros de 2 de ataque cada uno, ya son 24 de daño. Con mi arma, 25 y gano. Pero claro: no es mi turno. Es el suyo. Y quiere acabar ya. Quiere acabar conmigo ya mismo. Lo noto. Y más le vale conseguirlo, porque si no, para su sorpresa, perderá. En mi favor, que él no sabe lo que tengo y puede tomárselo calma (o eso cree). En mi contra, que no sé lo que esconde su mano, y podría conseguir hacerme los 10 puntos que necesita.

Mi hijo mayor y yo estamos con los ojos clavados en el monitor, esperando el desenlace. Aún no ha jugado cartas... En Hearthstone puedes ver sobre qué pasa el ratón del contrario. Ves el dorso de las cartas de su mano iluminarse y las cartas moverse según las lanza sobre el tablero. Mi hijo y yo vemos pasearse el ratón sobre las cartas y, de pronto, una se pasea sobre el tablero y se vuelve.

Normalmente, si saca esbirros nuevos, no podrán atacar hasta el turno siguiente. Pero lo que acaba de jugar es un Jinete de lobos, que tiene "cargar", lo que le permite atacar según se juega. El Jinete se posa con fuerza sobre la arena y golpea: mi héroe recibe 3 puntos de daño, lo que me deja con 7. La cosa va mal.

Luego saca una carta que otorga un punto de ataque a los esbirros adyacentes. Así que de los tres esbirros que tenía con 1 de ataque ahora tiene dos con 2 de ataque. Los lanza contra mi héroe: 5 de vida, 3 de vida... La cosa va MUY mal. Pasea su ratón sobre su mano. Busca algo con que mejorar al esbirro que le queda, pero no parece encontrar nada útil. Ataca: 2 de vida. Luego coge su arma y ataca otra vez. Solo me queda un punto de vida. Está a un punto de ganar la partida.

De nuevo ese juego con el ratón. Sus cartas se ilumina según busca entre ellas algo más que hacer. Le quedan tres de maná y mi hijo y yo empezamos a reír de forma nerviosa. El otro jugador tiene que acaba ya, pero no parece poder. Sin embargo, no es lo único que puede dar al traste con mi partida: Podría matar a uno de mis esbirros, aprovechando que le sobra maná este turno.

Y las cartas siguen iluminándose, y nosotros seguimos con los ojos clavados en el tablero.

En ese momento suena un efecto de sonido maravilloso, acompañado de un gráfico que se presenta sobre el centro del tablero que reza: "TU TURNO".

Acabo de ganar la partida. Mi hijo y yo damos botes en nuestras sillas. Gritamos medio riendo, nerviosos. Estamos sacando fuera tanta tensión y emoción acumuladas. ¡Un punto de vida! Nos sentamos, miramos la arena, y por mi cabeza pasa la idea de lo tranquilo que debe de estar el muchacho al otro lado de Internet, en cualquier punto del mundo, tan seguro de su victoria.

Juego lentamente, sin prisa. Ataco con mi arma: 24 de vida. Ataco con el primer esbirro: 22 de vida. Ataco con el otro: 20 de vida. Él alucinará viendo que no me rindo. Solo me queda un esbirro de 5 de ataque. Pero entonces verá que juego mi "Campeón bendito", dándole 10 de ataque. Y vuelvo a jugar el otro, dándole 20. Y su cara, qué pena no ver su cara, debe de ser un poema. Mi esbirro, con 20 de daño, se lanza contra su héroe. En Hearthstone, los golpes fuertes tienen efectos brutales, con grandes movimientos de cámara. ¡20 de daño! No se ven golpes así en muchas partidas. El tablero entero tiembla: sus esbirros vibran, los míos también, la cámara retumba... Y la ficha de su héroe se rompe en pedazos.

He ganado.

Esos emocionantes momentos, épicos, no se viven igual si uno gana que si pierde, por supuesto. Pero, en cualquier caso, son fantásticos. Cuando alguien te la juega de esta manera, sientes sorpresa, emoción por ver algo tan particular y extraño, admiración incluso. No se trata tanto de si se hacen o se sufren, sino de ver eventos tan épicos y estar ahí, formando parte activa en ellos.

¿Lo malo? Que no activé la grabación, así que es un momento épico que se perderá como lágrimas en la lluvia...

No hay comentarios:

Publicar un comentario