lunes, 5 de mayo de 2014

Mi hijo se está echando una partida, ¿y qué?

Llevo jugando a videojuegos desde los 8 años o así (la verdad, no lo recuerdo exactamente). Ahora tengo casi 40 años, y sigo jugándolos con gusto. Mis cuñados también. Y muchos amigos. No hablo de videojuegos tipo Facebook o apps para móviles: hablo de videojuegos “triple A”. Juegos con gráficos alucinantes y altos presupuestos donde jugadores de todo el mundo se enfrentan unos contra otros por el dominio del tablero.

Hoy tengo dos hijos. Ambos juegan a videojuegos, pero sólo uno, el mayor, es realmente un apasionado de ellos. Vivimos en una típica urbanización cerrada llena de niños, y él baja como uno más, al parque, a jugar con otros chavales de su edad. Y le encanta. Pero también le gusta jugar al Dota y el Starcraft de vez en cuando. Y jugamos juntos siempre que podemos.

Esa variedad, que para mí es estupenda, donde tiene de todo y disfruta de sus aficiones me doy cuenta de que no es bien recibida por los demás padres. Es común que les escuche decir que no tienen consola en casa “y mejor así”, que lo mejor es que los niños estén siempre que sea posible jugando al aire libre “para que les dé el Sol, por la vitamina D” o que no quieren que se vicien como les pasa a ellos.

Mi hijo mayor saca buenas notas. No es de tener todo sobresalientes, y hay que estar encima de él para que estudie, pero le preocupa no llevar algo hecho a clase y le fascina aprender. Para mí, más que suficiente. Sin embargo, mi hijo es un amante de todo y de nada. Todo le llama la atención, pero nada le apasiona realmente. A nada le dedica tiempo de forma habitual y sin límite. No juega al fútbol siempre que puede, ni al pádel en la pista de la “urba”, ni pide ir a patinar, ni lee con pasión. Todo le gusta, todo lo prueba, todo le atrae, pero a nada de ello dedicaría una vida… Salvo a los videojuegos.

Pero son videojuegos. Lo que en el fútbol es pasión, en los videojuegos es vicio. Los videojuegos son esa actividad que nada aporta a quien la practica, oculta al niño de los saludables rayos del Sol e impide que tenga una vida social “normal”. Y tienes que aguantar a padres soltando perlas tipo “no hay nada como el parque para los niños” cuando el tuyo no está por ahí porque se está jugando una partida online al Dota. Pese a que se relacione con los demás perfectamente y salga todos los días a jugar.

Y sufro al pensar que por una pasión que tiene, no pueda practicarla en igualdad de condiciones que los demás niños. Si al hijo de un vecino le gusta el fútbol, existen extraescolares para él. Si le gusta la natación, hay piscinas con clases en casi todos los ayuntamientos. Si le gusta el ajedrez, siempre hay un club cerca. Y los padres me dicen contentos que su hijo “va a fútbol” o a ajedrez. Pero mi hijo ni puede, ni tendrá un trato igual en lo que a su afición se refiere. En el colegio no hay extraescolar de videojuegos. Y no la hay porque nadie cree que eso tenga sentido y porque a ver qué pensarán los padres. En nuestro municipio no hay ni un club de videojuegos apoyado por el Ayuntamiento, por lo mismo, por supuesto. En España, encima, apenas hay campeonatos.

Y esto es así por desconocimiento y prejuicios. No es simplemente desconocimiento, no: son grandes prejuicios. El videojuego es negativo y se asocia con términos negativos.

Un videojuego es sano para un niño. Y dirán que no si se vicia. Por supuesto: nada lo es. Nada es sano con vicio. Pero de forma controlada, como todo, un niño aumenta su habilidad para tomar decisiones en situaciones críticas, mejora sus reflejos y su capacidad de concentración. La Universidad Queen Mary demostró que juegos como Starcraft aumentan la flexibilidad cerebral, parte fundamental del desarrollo de la inteligencia. Y según la Universidad de Padua, los juegos de ritmo rápido ayudan a los niños disléxicos a leer mejor. Y créanme: mejor que les opere un cirujano que juegue a videojuegos, porque de media cometerá muchos menos de errores en quirófano que uno que no suela hacerlo.

Si tu hijo juega al ajedrez, está recibiendo una positiva influencia, que le ayudará a ser más inteligente y a tener mayor constancia y disciplina. Los clubes no son al aire libre: suelen estar en un aula del colegio o en una sala de un centro cultural, como pasa en patinaje sobre hielo o artes marciales. Pero a nadie le importa. “Va a ajedrez”, dicen los padres, y todos se quedan contentos, porque ese niño, sano como ninguno, recibe la positiva influencia de una disciplina que nada tiene que ver ni con el Sol ni con el ejercicio físico.

Y que no se me malinterprete: me parecería estupendo que mi hijo fuese a la extraescolar de ajedrez del colegio. Pero preferiría mil veces que fuese a una de Dota. Dota es en equipo, tiene un componente estratégico más complejo e implica ciertas habilidades que el ajedrez no tiene. No trato de establecer una competición con el ajedrez, pero me pregunto, ¿por qué un niño va a ajedrez y todo el mundo se cree por ello que debe de ser muy listo y mi hijo por jugar a videojuegos parece que es un vicioso insociable?

Y es así porque existen prejuicios. La línea entre un vicio y una pasión es muy fina. Un vicio es una pasión que afecta a la propia integridad. Cuando uno deja de comer, de cumplir con sus responsabilidades o no va al baño por estar con la actividad que le apasiona, eso ya no es pasión: es vicio. Si un niño deja de salir al parque, se hace pis encima por no dejar de hacer eso que le gusta o deja sus deberes y estudios por estar haciendo algo que le apasiona, estamos ante un problema que hay que tratar. Es un vicio. Me da igual si esa actividad es leer libros (yo he leído a escondidas en clase y seguro que nadie critica que leyese), jugar a un videojuego, al Parchís, al ajedrez o al fútbol.

Pero entendámonos: mi hijo, como la mayoría de los que juegan a videojuegos, da a pausa para ir al baño, hace sus deberes igual de responsable o irresponsablemente por jugar a un videojuego que por salir al parque y pide comer cuando tiene hambre.

Yo debo decirle a mis hijos más veces que vuelvan a casa cuando están en el parque que las que debo pedir que dejen en pausa una partida. Y no veo el parque como un vicio. Mi hijo pequeño se ha hecho más veces pis encima por estar entretenido con compañeros estando en los columpios que jugando al LEGO Marvel en la XBox. Y no creo que tenga que llevarle al psicólogo.

No nos equivoquemos: los niños pueden viciarse. Y hay que controlarles los videojuegos. Pero yo también les controlo la cantidad de tele que ven cada día o el número de episodios de Pokemon que ven en el iPad. Y aunque muchos lo nieguen, les controlamos las horas de parque cuando les decimos que no se van a la “urba” hasta que merienden y hagan sus deberes. ¿O es que les dejamos? ¿O es que ellos no se irían pitando nada más llegar del colegio? Los míos sí, desde luego.

Todos nuestros hijos ven la televisión un rato al día. Me da igual que sea media hora, una o cinco: todos la ven. Yo preferiría que jugasen a un videojuego, porque creo que pulsar teclas a toda velocidad mientras toman decisiones críticas analizando muchos parámetros en apenas un segundo es bastante mejor para ellos que estar mirando cómo Spiderman lanza telarañas a Rhino (y me encanta Spiderman, conste) o Caillou llora porque se le pincha su pelota. Pero hay padres que te dicen que han comprado la Wii y parece que necesitan justificarlo “porque hombre, por un ratito los sábados no va a pasar nada, pero eso sí, una horita, muy controlado”. ¿Por qué no se justifican por tener una televisión? Señor mío: ¡que sus hijos incrementarán más su inteligencia y creatividad en esa hora que en las otras seis o diez que ven la tele a lo largo de la semana!

Los padres de mi urbanización son padres normales y corrientes de clase media-alta. Discuten del último Madrid-Barça, porque el día anterior miraban hipnotizados cómo unos señores luchaban por meter un balón dentro de una portería con sus hijos. Y lo hacen orgullosos: sin Sol, ni vitamina D; sin mover ellos ni un músculo; bebiendo una cervecita por una pasión que nadie les critica, cosa que celebro. Entre tanto yo luchaba (yo, no otros: yo) por colar mis tropas hasta la cocina del enemigo, arrasar torres del equipo contrario y celebrar con un “gg” una victoria merecida. Como hace mi hijo cuando le dejo, sólo en fines de semana. Todo muy controlado, sí, no vaya a convertirse en un cavernícola asocial, gordo y vicioso.

Sinceramente, prefiero mi experiencia a la suya. Prefiero que mi hijo aprenda a perder cayendo derrotado frente a un tío de otro país con quien chapurrea inglés que el que se ponga a dar botes porque el Atleti gana un partido. Con todos mis respetos al Atleti y su afición, de la que mis hijos forman parte.

Igual que se han vencido montones de prejuicios tontos a lo largo de la historia, se vencerá el de los videojuegos. En Corea del Sur el deporte nacional no es el fútbol ni el tenis: es el Starcraft. En Estados Unidos los chavales pueden recibir becas universitarias por jugar a e-sports (videojuegos). China tiene un plan estratégico para mejorar su presencia en las competiciones internacionales de videojuegos. Aquí, mientras, un padre convencido de que la pasión de su hijo no es mala en absoluto, tiene que escribir un estúpido post mientras su hijo se echa una partida. Y lo hago porque la gente tiene prejuicios; porque el Madrid, el Barça y el Atleti aún no tienen equipos de e-sports; porque si mi hijo mayor no lee suficiente es fácil caer en el “¡todo el día con los videojuegos!” (pese a que sólo juega los fines de semana), pero no decimos “¡todo el día en la urba!” (a donde va todos los días).

Me pongo triste por pensar que mi hijo ha nacido treinta años antes de lo que debería. Dentro de treinta años, cuando a él ya los reflejos no le funcionen igual y no pueda competir, espero que vea cómo en el colegio de enfrente ofrecen una extraescolar de algún videojuego y juntos podamos disfrutar de los triunfos de alguno de mis nietos, que libres de prejuicios representen a su club en competiciones y sean valorados por ello. Pero entonces a él se le habrá pasado el arroz y se le habrá negado una experiencia a la que tiene pleno derecho: la de hacer libremente partícipe a sus amigos, con o sin sus padres delante, de su afición. Sin miradas incrédulas ni comentarios sobre los beneficios del parque.

Hasta entonces, hijo mío, tu padre te apoyará siempre en tu pasión y pasaremos horas estupendas por los sombríos caminos del Dota y limpiando Aiur de zergs. Mientras, estudia, aprende, búscate un buen trabajo, monta tu propia empresa y sigue jugando, que está demostrado que el cerebro de la gente que juega a videojuegos envejece más despacio.

11 comentarios:

  1. Me ha alegrado usted el dia .

    Tanto es asi que estaria dispuesto a darle clases tanto de Dota como de Starcraft a su hijo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues es tentador, lo reconozco...
      Ahora mismo, lo que más me gustaría es que mi hijo tuviese chavales de su edad para formar un equipo y jugar juntos. Si es posible con entrenador, mejor.
      Me pregunto cuántos niños de entre 8 y 14 años juegan a Dota y si sería posible juntar a algunos de la misma zona (en mi caso, noroeste de Madrid) para crear una pequeña liga infantil. Eso, además de ayudarles a adquirir compañerismo, mejoraría la imagen de los deportes electrónicos de cara a padres e instituciones.

      Eliminar
    2. Mi propuesta era sincera , si en algun momento quiere probar estoy mas que dispuesto a hacer lo posible por ayudar, me parece una iniciativa francamente genial. Yo tambien vivo en Madrid

      Eliminar
    3. Digo que es tentador porque recientemente estuvimos pensando mi mujer y yo a qué actividad apuntar al niño. Y se me pasó por la cabeza buscarle un entrenador para Dota. Prefiero Dota porque es en equipo y el manejo de teclas es más sencillo.
      Me parece curioso que, a partir de mi rebote con esos padres y un post encuentre lo que no he encontrado antes buscando por la web. Ya he visto tu comentario en el FB de David tu vocación de sensei.
      Así que hablaremos a través suyo, si te parece, porque me parece interesante. Y si no hubiese tanto prejuicio, deberíamos montar un campamento de verano :D

      Eliminar
    4. Me parece estupendo , sientete libre de contactar conmigo via FB cuando quieras :)
      Saludos

      Eliminar
  2. Lo que va a ser un vicio es este blog si sigue publicando cosas como esta :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias.
      La verdad es que el post es producto del rebote que me pillé por los últimos comentarios. Espero no tener que esperar a rebotarme de nuevo para escribir otra vez XD

      Eliminar
  3. Gran articulo, ojala, algunos padres hubiesen comprendido nuestras aficiones antes.

    ResponderEliminar
  4. No estoy de acuerdo en modo alguno que jugar videojuegos ni aumente la inteligencia, ni ayude a tomar mejor las decisiones. La mente humana se adapta a los estimulos que les dan. Un videojuego, sea del tipo que sea, es el mismo estimulo siempre, por tanto la capacidad de tomar decisiones, será adaptada a ese estimulo no de cara a estimulos de la vida real mucho mas complejos y desconocidos. Te pongo un ejemplo, si tu niño nunca se ha enfrentado a tomar una decisión en una carrera de triatlon, por muchos videojuegos que haya hecho, seguramente no tenga ni puñetera idea de que decisión tomar el dia que se le presente una circunstancia adversa en dicho entorno. Los videojuegos tienen un indice de enviciamiento superior a otras actividades, aparte que implican un aislamiento social, es tu mente frente al estimulo en la pantalla, y fomentan la concentración selectiva, es decir el aislamiento absoluto respecto del entorno... y la clave para aumentar la inteligencia es la conciencia de tu entorno (por ejemplo saber que mientras disparas a alguien en el juego, alguien te está hablando). Tener conciencia del entorno, te permite tener consciencia de ti mismo... y por tanto aprender de ello. Es entendible que como fanático de los videojuegos los defiendas, pero no está en absoluto demostrado que los mismos aumenten la inteligencia de nadie, porque para empezar tu mismo estás estimando la inteligencia desde un punto de vista muy sesgado y racionalizado, la inteligencia es ser capaz de enfrentarse a multitud de estimulos, desconocidos y mas complejos que un videojuego, la inteligencia es tambien la conciencia corporal, la capacidad musica (sentido del oido, memoria auditiva, ritmo), la capacidad motor-espacial (deportes), la capacidad empática (dudo mucho que ningun jugador de videojuegos desarrolle un minimo de empatia hacia su entorno, mas bien al contrario), la capacidad social, la capacidad del lenguaje etc etc etc etc

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu interesante comentario.

      Creo que el ejemplo del triatlón plantea el caso de capacidad vs experiencia. Si un piloto de caza corre en F1 por primera vez, seguramente su falta de experiencia sea un problema, pero resulta innegable que su capacidad para enfrentarse a un F1 es muy superior a la de un humano medio, por el desarrollo que tiene de sus reflejos. En la vida, cualquier tarea requiere una serie de capacidades aparte de la experiencia, y son algunas de esas capacidades las que los videojuegos pueden ayudar a desarrollar. No se pretende suplir a la experiencia en modo alguno.

      Decir que los videojuegos implican aislamiento social es, en mi opinión, puro prejuicio. A los videojuegos se juega cada vez más socialmente. En cualquier caso, como con todo, el videojuego debe combinarse con otras cosas en la vida. Lo que no te dé una actividad, te lo dará otra. Mi hijo, mismamente, es un chaval valorado en clase y con muchos amigos. Está muy lejos de ser un aislado social. Y yo mismo he jugado mucho y tengo muchos amigos también.

      Sobre los tipos de inteligencia, en efecto hay muchos. Nadie ha dicho aquí lo contrario, ni que el videojuego genere beneficios en todas. Dudo que haya alguna actividad que lo haga. Pero si los produce en una sola, a mí ya me parece positivo.

      Eliminar
  5. La gente y sus dobles estándares. Es curioso que a cualquiera que muestre un marcado interés en cualquier actividad no deportiva se lo tilde de obsesivo, freak, nerd y demás expresiones despectivas, mientras a los fanáticos del deporte, en especial el fútbol, se les tolere todo lo que a los demás fanáticos no, y encima se demonice a quienes no compartimos su "pasión". Acá, en Uruguay, se ha llegado hasta a suspender clases para que los alumnos pudieran ver un partido de la selección. Encima les decís que te parece mal y te tratan de antipatriota, pero les decís de los avances científicos en los que están implicados científicos uruguayos y no tienen ni idea. Buenísimo, pediré que suspendan clases para ver porno entonces, a ver qué me dicen.

    ResponderEliminar