martes, 3 de noviembre de 2015

Del dicho al hecho

Iba a escribir un post sobre las propuestas de José Antonio Marina, pero psé... Para decir que estoy de acuerdo mejor me callo.

Sin embargo, tomándome una caña he pensado que hay un punto en que discrepo o, más bien, un punto que me parece oscuro en toda esta historia. Es el punto de siempre, el que hace que la política sea en gran medida lo que es, el gran fallo y gran mentira de los parlamentarismos en la democracia y lo que impide la separación de poderes: que nos quedamos en lo que hay que hacer y no cómo hacerlo.

Hacer leyes es fácil. "Las mujeres y los hombres han de ser iguales". Toma ya. Y tan contentos. Partidazo éste que hace semejante ley de igualdad. Y les votamos. Y llegan los otros: "que la gente no se quede sin casas". Ole que ole. Partidazo también, oye.

Pero es todo una mierda. Porque eso no hay quien lo cumpla.

El Gobierno es el poder ejecutivo, y tendría que pensar en cómo conseguir que se apliquen las leyes, no en redactarlas. Pero la realidad es que el ejecutivo necesita en muchos casos leyes que le permitan hacer cosas para cumplir otras leyes. Así que el Gobierno se mete a legislativo y el legislativo a ejecutivo. ¿Y la separación de poderes? Ajá, sí... Ahí le has dado.

Todo eso es precioso. Es muy bonito. Pero empecemos por el principio. Todos sabemos que el profesorado requiere de una buena formación y que solo hay que coger a los mejores. Genial. Y eso cómo se hace. Poniendo un MIR. Fantástico. ¿Y con los maestros que ya hay qué? ¿Les jubilas? ¿Les haces pasar el famoso MIR? ¿Y si no lo pasan, a la calle? ¿O es solo para docentes nuevos y, entonces, hasta dentro de 20 años que se jubile la mitad no tenemos un sistema educativo como Dios manda? Entre tanto, qué: ¿la oposición cambiando de sistema otra vez porque este no funciona (solo falta esperar 16 años para que lo haga)?

Diseñar sistemas ideales es complejo, sobre todo porque no existen. Diseñar sistemas efectivos es aún más difícil, precisamente porque existen y son escasos. Pero muchos de ellos se quedan en agua de borrajas porque de diseñarlos a implementarlos hay una diferencia enorme.

La gestión del cambio es toda una disciplina. Hay estudios realmente impresionantes sobre el tema. Existe mucha bibliografía sobre la gestión del cambio. Y es que cambiar es difícil, y en política más.

En un gobierno, soltar cosas como "que los malos profesores cobren menos" (que menuda gilipollez: los malos profesores deberían dedicarse a otra cosa) puede llevar a los sindicatos a la huelga durante días. Y eso será lo mínimo. Si por reformas que no tocaban sus bolsillos se han echado a la calle millares de ellos, con una reforma que afecte a sus ingresos puede arder Troya.

Gestionar el cambio es pasar del estado actual a uno nuevo, y hacerlo con el menor impacto en la gente y los procesos que sea posible. Es identificar el porrón de casos que se ven afectados de formas insospechadas y planificar soluciones. Es minimizar la reticencia que la gente tiene al cambiar y vender de forma exitosa los logros conseguidos. Y todo eso es muy complicado.

Leyes estúpidas hay muchas, en todos los países. En Canadá se puede considerar persona non grata a un extranjero que haga campaña en contra de un candidato a la presidencia. Alucinen: Promueves que no se vote a un tío en Canadá y, si vas, podrías tener un problema. La ley es estúpida por muchos motivos: Primero, porque nadie en su sano juicio denunciaría a un tío de fuera por hacer tal cosa. Segundo, porque el Estado no va a ponerse a revisar lo que dicen en el extranjero, lo que hace que la ley no se aplique. Tercero, porque, aunque lo hiciera, no sería rentable. Y cuarto, porque, aunque fuese rentable y el gobierno vigilase lo que dicen de los candidatos fuera de sus fronteras, ¿en serio les importa? ¡¿De verdad?!

Leyes estúpidas hay muchas, ya sea por motivos históricos (como que en Londres no se puede transportar por la calle un tablón de madera) o porque quienes las diseñaron buscaban votos, no hacer algo bueno por su país. Pero cuando hablamos de temas como la Educación (así, con mayúscula), Justicia o cosas así, no puede uno redactar una ley tipo "qué bonito sería si..." y quedarse tan pancho.

Los españoles, como casi toda víctima de un sistema parlamentario (y sí: lo de "víctima" lo digo porque prefiero los sistemas presidencialistas), estamos acostumbrados a votar a partidos que tomarán control de legislativo y ejecutivo. Esto ocurre porque en los sistemas parlamentarios es habitual que ambos poderes sean el mismo, y en España, cuyo sistema ya tiene traca, más.

Así que sí: fenomenales las propuestas, a falta de conocer los detalles. Pero ese "libro blanco" no contendrá ni las leyes ni la forma de ejecutarlas. Y ahí está la chicha. Y ahí la cagarán los de siempre, como siempre, salvo que el 20 de diciembre nos dé una sorpresa, cosa que está por ver.

Os prometo que yo venía hoy extremadamente alegre tras una noche avanzando en mi proyecto. Pero es que hay realidades que me pueden...

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