jueves, 19 de noviembre de 2015

Tener objetivos y estrategia

He leído esta mañana un post del blog de Arantxa Isidoro sobre esa etapa de la vida en que te alejas de tus objetivos de vida. Arantxa es una emprendedora nata, con ganas de hacer cosas, iniciar proyectos, crear empresas y ayudar a los demás a hacerlo también.

Es común que empecemos soñando con todas las cosas que deseamos hacer y, poco a poco, nos alejemos de esos proyectos en favor de otros que exigen una edad determinada, como casarse y tener hijos. Luego, cuando los niños van creciendo y siendo más autónomos y tu vida se asienta y la percibes como más rutinaria, te pones a pensar en qué hacer con el tiempo que tienes y recuerdas todas esas cosas que un día soñaste hacer y aún no has hecho. El problema entonces es que salirse del camino es complicado y tiene muchos riesgos, y tu nivel de responsabilidad ha aumentado mucho. Parece un mal momento.

Esto me ha traído a la memoria un estudio de la Universidad de Harvard sobre los objetivos en la vida. La conclusión del estudio es que tener objetivos realistas, ponerlos por escrito y tenerlos siempre presentes hace que tu probabilidad de lograrlos se dispare. Si se piensa un poco, es normal. Tiene lógica. La pena es que no nos enseñen eso con 16 o 18 años.

Siguiendo con la cadena de pensamiento, eso me recuerda que una de las dificultades que uno tiene cuando es joven es que, salvo excepciones, no suele tener muy claro qué quiere hacer con su vida. Hay muchas posibilidades y, por desgracia, demasiados condicionantes. Desde hacer lo que uno cree que quieren sus padres hasta hacer lo que puede con los recursos económicos de su familia, pasando por limitaciones geográficas, mala gestión de las relaciones personales, el qué dirán o chorradas por el estilo. Chorradas parecen ahora, claro, con 40 años. Pero te fastidian la vida, llevándote por caminos que no son los que deberías haber recorrido.

Para evitar eso es clave conocerse, saber qué le apasiona a uno y tener el apoyo de la familia. Con la tormenta hormonal y el follón de la adolescencia, conocerse no siempre es fácil. Las personas cambiamos mucho de los 16 a los 22 años. Y me parece una guarrada enorme tener que definir tu vida a través de unos estudios a una edad tan crítica. Sobre saber qué le apasiona a uno, puede parecer fácil, pero no lo es. El número de experiencias a esa edad es limitado, y no creo que haya mucha gente interesada en saber eso y hacértelo saber más allá de tus padres, a quienes no estás dispuesto a hacer ningún caso con 20 años.

Recientemente, descubrí en los papeles de casa los tests que me hicieron en el colegio. Nos hacían porrón, cosa que echo de menos en el colegio de mis hijos. Entre ellos, nos hicieron uno relacionado con las actividades profesionales que nos gustaban. Lo miré con incredulidad, pensando que lo que yo quería hacer con 15 años dista mucho de lo que hoy querría haber hecho. Pero cuál sería mi sorpresa cuando me encontré frente a un retrato perfecto de mis gustos actuales. Y la pregunta es, ¿cómo es posible que, con ese material de incalculable valor, mi recorrido por la vida me haya llevado a donde estoy hoy? Y la respuesta inmediata, no meditada, fue que nadie le dio la menor importancia.

Desde luego, la memoria siempre juega a favor nuestro. Igual alguien me advirtió y no le hice caso. Igual alguien lo miró y jamás lo supe. Pero la realidad es que, tal vez si hubiese sido consciente de lo que me gustan ciertas actividades que ahora mismo quedan lejos de mi perfil profesional, mi vida sería distinta.

Como dice Arantxa, para cuando nos planteamos con casi 40 años retomar esos sueños, la familia pasa a ser lo que más valoramos en la vida. Y, si lo pensamos, en ella encontramos felicidad plena. No hablo, por tanto, de que la situación, 25 años después de no hacer ni caso a esos tests, sea de frustración y tristeza. Soy feliz con la vida que tengo y no la cambio por nada, pero creo que podría estar profesionalmente más satisfecho y estar aportando mucho más a la sociedad.

El objetivo ahora, aparte de ir acercándome a esos sueños poco a poco, es que mis hijos se sientan más orientados en la vida. Es ayudarles a descubrir sus pasiones, a convertirlas en objetivos, a ponerlas por escrito y a desarrollar una estrategia efectiva para que los hagan realidad.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por compartir tu punto de vista, Enrique. Me encanta tu visión de la persecución de los sueños teniendo siempre presente a la familia. Completamente de acuerdo en la necesidad y responsabilidad de procurar que nuestros hijos no pierdan de vista sus propios sueños. Un abrazo,
    Arantxa Isidoro

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias, Arantxa! Y enhorabuena por tu libro. Tiene una pintaza estupenda ¡y pienso leerlo en breve! Sigue persiguiendo nuevos sueños. Un abrazo fuerte.

      Eliminar